Capitulo 14

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El entusiasmo de Lali era contagioso. Peter se encontró viendo todo a través de sus ojos y era increíble. Las luces nunca fueron más brillantes, los colores más vibrantes, los sonidos nunca habían sido más estimulantes, y los aromas te hacían agua la boca. De muchas maneras, Peter sentía como si nunca antes hubiese ido tampoco a un carnaval, no realmente. Y no podía estar más feliz por experimentarlo con Lali por primera vez.

Después que compró las entradas, ellos pasearon por todo el carnaval una vez para verlo. En su segunda ronda, Peter observó a Lali ver hacia un gigante peluche de oso polar que estaba colgando a lo largo del lado de una tienda de juegos. Resultaba ser el premio mayor de un juego de lanzar pelotas.

—¿Te gustaría probar tu suerte con una pelota rápida? —preguntó el sujeto joven mientras ellos pasaban.

Peter miró hacia Lali y sus ojos estaban enormes con emoción. Él tiro de ella hasta detenerse enfrente del encargado con chaleco.

—Sí. Dame seis pelotas —dijo Peter, sacando billetes de dos dólares de su billetera. El encargado amontonó seis pelotas sobre el mostrador enfrente de Peter—. ¿Cuánto por el oso polar?

—La pelota rápida por encima de 145 km gana el oso.

Aunque el fútbol era su deporte por elección, Peter había jugado beisbol desde que estaba en tercer grado, así que conocía el pequeño orbe de cuero con costuras rojas. Peter tomó una en su mano y la rodó alrededor de sus dedos.

Él una vez había sido pitcher, normalmente se encontraba en campo corto, pero Peter enfocó toda su atención en recordar la mecánica de ello. Repentinamente era muy importante para él ganar el oso para Lali. Respirando hondo, empujó hacia atrás su brazo y dejó la pelota volar de sus dedos.

La lectura de los números amarillos del radar declararon que el picheo solo había sido de 125 km por hora, no lo suficientemente rápido para el oso polar. Peter apretó sus dientes y movió su hombro en tres grandes círculos antes de levantar otra pelota.

Lanzó. 125.

Tomando una tercera pelota, Peter inhaló profundamente antes de enviarla a toda velocidad a la parte trasera de la tienda. Él fue premiado cuando los números parpadearon mostrando 134.

—Acercándote —dijo el encargado.

Lali gritó y aplaudió. Peter no pudo evitar sonreír. Sus ojos brillaban felizmente y ella saltaba arriba y abajo emocionada. Era fácil ver que ella estaría emocionada sin importar que resultara, pero eso sólo lo hizo querer más ganar el oso.

Peter se esforzó a través de las siguientes dos pelotas, consiguiendo estar muy cerca de la marca de los 145 km por hora. Cuando el alzó la última pelota arriba en el aire y la apretó contra su palma, se imaginó la pelota de beisbol viajando por el aire, un borrón blanco en la tenue luz de neón. Se imaginó a Lali saltando arriba y abajo, luego lanzando sus brazos con gran euforia alrededor de su cuello. Se imaginó al encargado disgustado desenganchando el gran oso polar y extendiéndoselo a Lali. Su corazón latiendo con satisfacción y determinación.

Con un rápido gruñido, Peter tiró de su brazo hacia atrás y lanzó la pelota hacia adelante. Cuando dejó sus dedos, supo que había lanzado su pelota más rápida. Su estómago se agitó con satisfacción y sus labios se curvearon con placer mientras se giraba para ver a Lali. Él no necesitaba ver la lectura del radar para saber que ganó el oso; lo sentía en lo más profundo.

Como si fuera en cámara lenta, la boca de Lali se abrió, sus ojos enormes mientras se giraba hacia él. Todas las campanas y música, todas las personas de la feria y niños, todas las atracciones y alboroto desaparecieron mientras la miraba. Peter no estaba consciente de nada más que el resplandor rojo de neón sobre sus suaves mejillas, el destello blanco de sus dientes en su pálido rostro, el parpadeo de las luces sobre sus ojos y la calidez que sintió esparcirse a través de su pecho.

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