Los labios de Lali sobre los de él se sentían como fuego del mejor tipo. Eran suaves y llenos y sentía la presión de ellos todo el camino hasta su estómago.
Él estaba tan sorprendido que, al principio, no hizo nada. Sólo se quedó ahí. Pero entonces ella empezó a apartarse y su deseo de tenerla cerca golpeó dentro de él.
Hombre, y cómo golpeó.
Antes de que ella pudiera romper completamente el contacto, Peter levantó una mano y la deslizó en su cabello y hasta la parte posterior de su cabeza, manteniendo su boca sobre la de ella. Tomando su cabeza, Peter separó sus labios hasta que sintió el cálido aliento de Lali entrar en su boca. Incapaz de detenerse a sí mismo, deslizó su lengua pasando sus labios, desesperado por saborearla, por saborear cada segundo de su beso.
Sabía como azúcar y luz solar, como si tomara lo mejor de todo a su alrededor y lo hiciera suyo. Era como beber néctar, y estaba seguro que nunca podría conseguir suficiente.
Cuando su lengua tocó la de él, sintió su cuerpo volverse duro como piedra. Ella fue vacilando al principio, su lengua enredándose con la de él, pasando lentamente a lo largo de la suya. Lo estaba probando igual que él la estaba probando a ella y el conocimiento le hacía anhelar, anhelar sentir su peso sobre él mientras exploraba su cuerpo; rodar sobre ella y lamer cada centímetro de su sedosa piel; hacerla suya y nunca compartirla con otro.
Cuando Peter sintió sus dedos deslizarse sobre su cabello, estaba perdido. Movió sus manos por su espalda hasta su diminuta cintura y la alzó hasta que estuvo prácticamente sentada sobre su regazo. Sus manos vagando arriba y debajo de sus piernas, acariciando sus muslos y la curva de su cadera. En todos sus años, tan hormonal como los chicos adolescentes deberían ser, nunca había deseado tanto a alguien. Estaba seguro de ello. Y él la quería en todas sus formas, no sólo físicamente. La quería sostener y proteger, hacerla sonreír y secar sus lágrimas. Quería consolarla y complacerla, hacerla sentir a salvo y amada. Y, por supuesto, quería hacerle el amor por horas, conocer su cuerpo tan bien como conocía el suyo.
Pero no así. No en el asiento delantero de su auto.
De mala gana moviendo sus manos arriba, a cada lado de su rostro, Peter sostuvo a Lali fijamente mientras él se inclinaba hacia atrás, rompiendo el contacto. Sintió su pérdida inmediatamente, y patéticamente, casi empezaba a besarla otra vez. Pero no lo hizo. En lugar de eso, inclinó su frente contra la de ella mientras ambos recuperaban el aliento.
La cabeza de Peter daba vueltas. Su primer pensamiento coherente fue sobre cuán suave era la piel de Lali. Él estaba distraídamente pasando sus pulgares atrás y adelante de sus pómulos. Cuando se inclinó hacia atrás para mirar sus ojos, no le importó que quizá estuviera mostrando su corazón. No estaba seguro que le importara nada en el mundo tanto como le importaba la chica sobre su regazo.
Ella miró directo a sus ojos, el marron como gotas de chocolate le invitaban a perderse en sus profundidades, y entonces sonrió. Fue una lenta y vacilante curva en sus labios que terminaba en una brillante exposición de felicidad. Iluminaba su rostro como miles de bombillas de mil vatios. Y le quitaba el aliento.
—¿Qué me estás haciendo? —preguntó suavemente, tocando sus labios con los de ella, con el más breve y dulce de los besos.
—Lo mismo que me estás haciendo a mí —respondió ella, igual de suave, estirándose hacia adelante para pasar su dedo a lo largo de su labio inferior.
Podía sostenerla así por días y pensó que quizá ella lo dejaría, pero fueron interrumpidos de la peor manera posible.
El prolongado estruendo de una bocina causó que ambos miraran fuera de la ventana del lado del conductor. Allí, paradas sobre la carretera que pasaba enfrente del lugar de neumáticos, estaban Elise y Mery en su pequeño convertible rojo. Ambas estaban mostrándole el dedo a Peter y a Lali. Ellos se rieron escandalosamente mientras Mery pisaba el acelerador y se alejaba. Las palabras ¡Chúpalo! descendiendo en el viento hasta Peter y Lali.
ESTÁS LEYENDO
Frágil
Novela JuvenilEl corazón de ella, tan delicado como el cristal. El amor de él, tan fuerte como el acero. ¿Puede alguno sobrevivir a la vida y la muerte?