Capitulo 8

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Peter nunca lo admitiría, pero se despertó a las 6:07. A pesar de su incapacidad de dormir por pensar en Lali, aún se levantó temprano, prácticamente temblando de la emoción. Saboreó la idea de pasar todo el día con ella, incluso si era en un lugar público tomando fotos.

El tiempo parecía no pasar más, y por lo que Peter hizo un rápido viaje a la tienda y estuvo en el parque a las 7:30, pensando que mejor la esperaría. Sólo que no tuvo que esperar. Ella ya estaba allí.

No habían acordado un punto de encuentro, por lo que Peter creyó que debería caminar hacia el lugar donde la había visto por primera vez. Él no solía ser una persona muy sentimental, pero ese día, ese primer momento en que la vio, estaba grabado a fuego en su memoria.

Cuando llegó a la pequeña colina que llevaba al banco bajo el árbol, Peter se detuvo en seco. Allí, sentada bajo la débil luz del sol de la mañana, estaba Lali.

Ella estaba sola. El parque seguía tranquilo y vacío a su alrededor. Como siempre, llevaba una tranquila pero triste sonrisa mientras veía atentamente algo. Peter siguió su mirada y vio dos ardillas bajo un árbol. Estaban corriendo, persiguiéndose en un patrón espiral, primero subiendo por el tronco y luego bajando para corretear entre las hojas caídas. Aunque eran dulces y entretenidas, Peter no las encontraba tan fascinantes como la chica que las observaba.

Avanzando, con cuidado de no hacer ruidos que le alertaran de su presencia, Peter se arrodilló para sacar su cámara del bolso, dejando la otra a sus pies.

Tomó fotos de Lali sonriendo mientras las ardillas seguían corriendo. Tomó fotos de ella cerrando los ojos y reclinando la cabeza hacia el sol. Tomó fotos de ella mirando a la distancia, como perdida en sus pensamientos. Y tomó fotos de ella moviendo la cabeza, como si esos pensamientos fueran demasiado fuertes.

Peter la observó por casi una hora antes de comprender que estaba llegando técnicamente tarde. Volviendo a guardar la cámara, tomó el regalo del segundo estuche y se puso de pie para dirigirse a Lali.

Ella debió haber oído sus pasos cuando se acercó. La cabeza de Lali se volvió hacia él y le sonrió ampliamente. Casi demasiado ampliamente.

Peter supo inmediatamente que ella notó lo que llevaba. Vio su sonrisa desaparecer y su barbilla temblar. Cuando se detuvo frente a ella, vio lágrimas en esos hermosos ojos marrones.

—¿Qué es eso? —preguntó, con un deje de temor en su voz.

—Es un regalo. Para ti —dijo Peter, ofreciéndole el moño atado al gran globo rojo que tenía.

Lali se estiró y tomó el globo, con lágrimas en las mejillas.

—Gracias —susurró.

Peter estaba desconcertado. Creyó que la haría feliz, no llorar. Jugueteando con las correas de sus bolsos, confesó:

—No quería molestarte.

Lali sacudió la cabeza, luchando visiblemente para contener sus emociones.

—No lo hiciste. Es sólo... es tan... sólo estoy feliz. Eso es todo. Fuiste muy amable.

Sin saber qué más hacer, Peter se sentó a su lado. Lali miró el globo un rato más antes de volver a hablar.

Mirando de reojo a Peter, dijo:

—Me recuerdas.

Sosteniendo su mirada, Peter asintió.

Lali volvió a mirar el globo.

—Tuve cáncer de riñón. Oncocytoma. Me removieron el riñón izquierdo y estaban bastante seguros de haber sacado todo, pero aún tuve que hacer quimioterapia y algo de rayos. Estaba tan enferma en mi tratamiento que no tenía ganas de usar mi cámara. Veía un montón de cosas maravillosas a las que quería sacar fotos, pero nunca parecía tener ganas. Me prometí que si sobrevivía al último tratamiento, traería un globo rojo al parque y le tomaría una foto volando en el cielo. Cuando estaba tan enferma que apenas podía mantener mi cabeza, cerraba los ojos e imaginaba ese momento. Creo que en mi cabeza, era como ver al cáncer desaparecer.

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