Capitulo 25

141 14 1
                                    

—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Lali.

—Ya verás —dijo Peter, sonriendo enigmáticamente.

Lali ya estaba sonriendo para el momento en que Peter entró en el estacionamiento fuera del parque. Sabía que era uno de sus lugares favoritos, y esperaba que hoy fuera especial también.

—Vamos —dijo Peter, saliendo y buscando la bolsa de detrás de su asiento. Se reunió con Lali en la parte delantera del auto y le tomó la mano entre la suya.

Peter la llevó más allá de la zona principal del parque y a través de una pequeña parcela de árboles de roble hasta una loma que dominaba el conjunto de miradores repartidos por una esquina del parque. Subieron a la parte superior y Peter se detuvo.

Miró por encima del paisaje como si estuviera buscando algo en particular. Luego tomó a Lali por los hombros y la guió a un lugar específico.

—Párate juuuuusto aquí —dijo.

Peter la colocó de frente a un grupo de pinos en el otro lado de la loma en lugar de los miradores. Aunque a Lali le pareció extraño, no dijo nada.

Lali escuchó el susurro de la bolsa de plástico justo antes de que Peter colgara algo alrededor de su cuello. Cuando ella bajó la mirada, se dio cuenta de que era su cámara.

Ella jadeó de placer.

—¡Está arreglada!

—Como nueva —dijo él.

—Gracias, gracias, gracias —dijo efusivamente, volviéndose para envolver sus brazos alrededor del cuello de Peter en un abrazo exuberante.

—De nada —dijo, rozando sus labios contra el costado de su cuello y sintiendo su cuerpo calentarse de deseo—. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero prestarte mi cámara ha sido siempre una buena excusa para verte —admitió—. ¿Por qué no la sacas? Hay un rollo en ella y podría haber algo a lo que quieras tomar una foto.

Lali se echó hacia atrás y miró a Peter con desconfianza, pero hizo lo que le pidió. Volviendo de nuevo en la dirección a la que él la había colocado, sacó la tapa del objetivo y escudriñó el paisaje a través del visor. Estaba en su segunda pasada cuando vio el primero elevarse por encima de las copas de los árboles.

Era un único globo rosado. Aunque no estaba segura de dónde venía ni qué significaba, Lali sacó una foto de él en cuanto lo vio. Estaba a punto de apartar la cámara de su cara cuando vio los otros.

Primero tres o cuatro y después diez o veinte globos de color rosa se deslizaron hacia el cielo. En cuestión de segundos, cientos llenaron el horizonte. Lali presionó el botón de su cámara y capturó su ascenso, capturando la forma en que se levantaban y luego se desviaban en todas direcciones, dejándose llevar por la suave brisa. Desde su punto de vista, los globos parecían un enorme ramo de redondas flores color rosa que crecían por momentos.

Cuando pareció que no iban a liberar más globos y los otros no eran mucho más que puntos de colores contra un lienzo azul sin nubes, Lali bajó la cámara. Volvió sus grandes ojos marrones en dirección a Peter.

—¿Qué fue eso?

—Mi mamá está en casi todos los comités en la ciudad y cuando la oí hablar por teléfono con otra mujer acerca de la concientización sobre el cáncer, le sugerí conseguir algunos globos rosa para las supervivientes y llevarlas al parque para dejarlos ir. —El observó los ojos de Lali llenos de lágrimas y sabía cuán profundamente conmovida estaba.

—¿Por qué? —susurró.

No necesitaba que se explicara, sabía lo que estaba preguntando.

—No quiero que tengas miedo de morir. Todas aquellas personas han sobrevivido al cáncer. Acabas de ver cientos de razones para tener esperanza yendo a la deriva en el cielo.

Lali llevó sus manos hasta sus labios temblorosos y luego hundió la cara en ellas. Peter podía oír su llanto silencioso. Tiernamente, él la tomó entre sus brazos.

Ella murmuró algo entre su pecho, pero él no pudo entender de modo que se echó hacia atrás.

—¿Qué?

—Vas a romper mi corazón, ¿verdad?

Peter agarró las muñecas de Lali y las apartó hasta que ya no estaban cubriendo su rostro surcado por las lágrimas.

—Nunca. Nunca te haré daño, Lali.

Lo dijo con tanta sinceridad y convicción como pudo reunir. Él esperaba que ella le creyera, porque significaba más de lo que alguna vez había querido decir algo en su vida.

Colocando sus manos planas contra su pecho para mantener el equilibrio, Lali se levantó sobre las puntillas de sus pies y suavemente presionó sus labios contra los de Peter. Fue un beso dulce y húmedo, pero no húmedo con pasión. Estaba bañado en lágrimas. Sus lágrimas. Cuando ella se apartó, Peter pudo saborear la sal en sus labios.

Lali le rogó con sus ojos.

—Por favor, no lo hagas.

Tomando su cara entre las manos, Peter apoyó su frente contra la de ella.

—No lo haré —declaró—. Te lo prometo.

***

FrágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora