Capítulo treinta y siete

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—Habla con ella, Oliver —regañó Felicity —Está sufriendo por eso, sabes que Klaus la ha cuidado más los últimos meses de lo que hemos podido en años

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—Habla con ella, Oliver —regañó Felicity —Está sufriendo por eso, sabes que Klaus la ha cuidado más los últimos meses de lo que hemos podido en años. 

—Es que me dolió ¿si? —se excusó el hombre —Se que no es su culpa y que Thea desde pequeña quiso a Klaus como si fuera su padre pero... 

—Ella no tiene la culpa —habló Lexie al lado de la madre de su amiga. 

—Ollie, no eres un niño de cinco años —Felicity se agachó hasta donde él estaba sentado con las manos a los lados de su cabeza —Mira, tú siempre serás su padre. Pero Klaus podría ser el padre que ella puede tener. Tarde o temprano deberemos dejar el otro lado, y ella tendrá a alguien que le de el amor que tú y yo no pudimos darle. 

Oliver asintió sin soltar ninguna de las lágrimas qué se iban acumulando en sus ojos. 

—Tienes razón. 

—Oigan ¿nadie va a hablar del hecho de que no podrás decirle nada mientras el Koliflor esté abrazándola? —mencionó Rose. 

Todos los espíritus reunidos voltearon a ver como Kol abrazaba a Thea de lado sobre la cama, proporcionándole caricias consoladoras. 

—Deseo desde el fondo de mi muerto corazón que Marlene Gilbert no haya encontrado la paz —gruñó Oliver. 

Felicity hizo una mueca —Al menos pudiste acompañarla hasta los cinco. 

Alaric habló —¿Puedo decir algo? 

—No —respondieron todos a la vez. 

—Debes salir de esta habitación —le pidió Kol en voz baja. 

—Si salgo de aquí, trataré de arrancarle el corazón a Elena antes de que complete su transición —musitó adormilada, resultado de un brote psicótico de magia y lágrimas. 

Si, Elena había sobrevivido y eso no le alegró demasiado. 

—Vamos, cazadora asesina —Kol se levantó y la jaló de las manos para que al menos se sentara —Te doy lo que quieras, pero al menos come algo. 

—No estoy de ánimos... 

—Perdón que interrumpa. No, de hecho, no me disculpo —Oliver se apareció a un lado de la cama y miró a su hija, quien no podía ni mirarlo a los ojos —Mi pequeña brujita, no tienes que sentirte mal por haber llamado papá a Klaus. 

Thea se giró hacia Kol —¿Me das un momento para hablar con mi papá y no parecer una loca frente a ti? 

—No eres una loca —aseguró divertido —Voy a quedarme aquí, imaginándome la mirada asesina qué me debe de estar dando Oliver. 

Thea resoplo una risa. 

—¿Estás seguro de que no te molesta? —inquirió la chica hacia su padre. 

𝙷𝚞𝚗𝚝𝚛𝚎𝚜𝚜 | 𝙺𝚘𝚕 𝙼𝚒𝚔𝚊𝚎𝚕𝚜𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora