Capítulo cuarenta y tres

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Corinto era un lugar bastante destacado entre los turistas por las antiguas ruinas de un templo griego

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Corinto era un lugar bastante destacado entre los turistas por las antiguas ruinas de un templo griego. 

El lugar mismo en el que estaba escondido el Venatores líber. 

Thea sintió la mano de su pareja sobre su hombro. 

—¿Estás bien? —le preguntó. 

Thea asintió, sin dejar de ver el panorama de la ciudad. 

—¿Tú lo estás? —le dijo, girándose para mirarlo. 

El original se encogió de hombros. 

—Hay muchos recuerdos aquí, nos quedamos muchos años en este lugar —admitió, mirado a su alrededor. 

—Cuando veo ahora este lugar, me pregunto en que momento se desató el infierno. 

Kol suspiró, envolviendo sus brazos a su alrededor y apoyando el mentón sobre la cabeza de su novia. 

—Cuando Silas decidió traicionar a Qetsiyah —murmuró en respuesta. 

—Yo sigo sin entender de donde vino toda esa rabia hacia mi, por qué hacerme daño a mi —susurró para sí misma —¿Por qué a nosotros? 

La verdad, ver el lugar donde había pasado la vida en la que más fue feliz hasta que todo se derrumbó, le afectaba un poco saber que no pudieron tener un final feliz.

Realmente no tenía idea de donde había estado su alma antes de volver a instalarse en su cuerpo ¿en el otro lado? ¿En el cielo? ¿El infierno? 

—Porque eras la adoración de Silas —respondió Kol —Y Qetsiyah lo sabía, me imagino que ella sabía que haciéndote daño lo dañaría a él. Nosotros fuimos un daño colateral de su despecho.

—Yo la quería como a una madre —admitió con voz ahogada, los recuerdos la estaban golpeando con cada segundo de esa conversación.

—Honestamente, a mi siempre me pareció un lobo vestido de oveja. Que a la mínima provocación se rompería y mataría a todos —recordó el original —Parece que no estaba tan alejado de la realidad.

Thea se volteó hacia el con diversión —¿Lo dice quién a matado a personas solo por mirarlo mal?

—En mi defensa, yo no merecía ser mirado de esa manera tan horrible —se defendió él.

—Seguro que no —ironizó riéndose.

Transcurrieron unos segundos en los que ninguno dijo nada hasta que el original volvió a hablar.

—Puede que estén siguiendo nuestros pasos —habló, refiriéndose a todos los demonios con los que se habían cruzado, sin contar a los nefilim u otras criaturas que se hubieran enterado de que el legado de los Queen seguía con vida.

Thea asintió —Adelante entonces. Vamos a buscar ese estúpido libro.

[...]

𝙷𝚞𝚗𝚝𝚛𝚎𝚜𝚜 | 𝙺𝚘𝚕 𝙼𝚒𝚔𝚊𝚎𝚕𝚜𝚘𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora