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Que todo transcurra sin precedentes seguro es un plus. Firme el contrato hace dos días. Y todo va marchando sobre ruedas, la agente de bienes raíces es de lo más gentil y amable, que incluso me dijo que ella se ofrecía a hacerme una reservación en el hostal más cercano, ya que no suelen dársela tan fácil a los forasteros. Al menos no a los que vamos de paso para establecernos. Y mucho menos por ser quien compro la cabaña del bosque.

Para despedirme de mi ciudad, voy por un café, al mejor lugar que pude haber conocido.

El establecimiento desprende un aroma a granos tostados y café. 

La vista del lugar siempre es verde y alegre, rebosante de vida y calidez. 

— Buen día. 

— ¿En qué puedo ayudarle? 

— Un café caliente con cacao y leche de almendra. 

— Claro. 

Busco una mesa en la esquina, cercana al ventanal y observó las plantas colgantes que adornan el marco. El sol que hace cinco segundos estaba en su punto más alto, ha sido opacado por nubles grises traídas de la nada. 

Las primeras gotas de lluvia caen sobre la acera y la gente comienza a correr en todas direcciones, los paraguas empiezan a levantarse y circular por las calles, los hay de todos colores. Mi favorito hasta el momento ha sido uno negro con flores blancas en los bordes. 

Lo que me recuerda a que yo salí de casa sin uno. Lo que me hará esperar hasta que la lluvia se apacigüe, un joven con un perrito pequeño entra al establecimiento. Por un momento creo que el dueño le dirá algo, pero solo lo saluda amablemente y este le dice que ordenara lo mismo de siempre. 

El dueño asiente y le trae al pequeño perro un plato con algo humeante. Vuelve a desaparecer y regresa dejando mi pedido frente a mí. 

— Gracias. 

La pantalla del lugar nos muestra las noticias, diciendo que el clima mejorara en un par de horas, pidiéndonos paciencia a los que estamos fuera de nuestro hogar. 

Igual ya no hay nadie en casa que me espere. O que se preocupe si demoró demasiado. 

— ¿Llegaremos a tiempo para la cena de papá? — Le dice una pequeña a su madre, un par de mesas más allá de la mía. 

— Lo haremos, solo debemos esperar un poco a que la lluvia se calme. 

Lo que resulta en lo contrario, porque se vuelve más intensa. Haciéndose hipnótica.

Incrementa su fuerza y podemos escuchar los relámpagos lejanos. Giro en inercia para ver al chico y su mascota. 

Y lo que encuentro es una escena singular. 
Pero agradable a la vista. Como si la vibra de su ser estuviera en sincronía con aquel ser viviente de noble alma.

Ambos juegan, como si no importase nada, supongo que es una buena forma de evitar que el perrito se altere. Se tienen el uno al otro. Siendo felices por ello. 

Y yo...

Bueno. 

Estar sola. Hace que percibas tu alrededor de manera diferente, con otros ojos. Con un punto de vista que quizá antes ignorabas.

Escucho los relámpagos. Siento la vibración del suelo y aún a pesar de ello. El chico y el perrito parecen tranquilos.

La lluvia no nos alcanza debido al cristal y aunque estoy dentro del lugar y este nos protege, me siento... expuesta. Como si las gotas lucharán por alcanzarme.

Es una idea estúpida.
Pero golpean con fuerza el cristal a mi izquierda. 

Observo el impacto y luego las veo deslizarse hasta llegar al suelo. Y así sigue. Tan ensordecedor. Que parece que la televisión se ha quedado muda.

El Secreto Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora