14. L

6 2 0
                                        

El buen clima, se jodio hoy. 

Volvió a nublarse. 

Lo que me hace caminar enfurruñada por el resto de la mañana.

Por la tarde termino limpiando la segunda habitación de la cabaña. En total tiene 3 y por ahora solo ocupo una. 

Y posiblemente esta también, quizás la haga una especié de estudio o gimnasio personal para cuando el clima este como hoy. 

Arrastro un par de cajas aquí dentro y me rindo. Caigo en un sillon espectral, cubierto con una manta blanca y polvoriento. No más actividad domestica.

Hacer ejercicio siempre me sube un poco libido, así que cambio mi peso de un pie a otro para aliviar la incomodidad. Antes de que la cosa pase a mayores, tomo una ducha y me pongo un short de algodón y una playera larga que en algún momento fue de mi mamá, salgo de nuevo a la sala. 

Me tiro en el sofá y mis pensamientos corren de nuevo. 

La posición me hizo pensar en un recuerdo especifico.  

Hay tantas cosas que disfrute en mi vida y una de ellas fue experimentar las emociones y sensaciones que puede proporcionarme mi cuerpo. Esa es una de las cosas que ciertamente me agradan más.

Lo descubrí de una manera grandiosa y ver que tenía en mi poder la libido de aquellos a los que les parecía atractiva. Bueno, de alguna manera te hace sentir... poderosa.

Mi yo más joven lo descubrió de una manera perfecta. Disfrute y estimule hasta donde pude. Así es como uno descubre las cosas que le gustan y las que no.

Mi favorito es aquel en donde afirme mis intenciones. El recuerdo es tan fresco y nítido que revivo los sonidos tan claros como la lluvia a mi alrededor.

Había un chico. Un chico tan dolorosamente atractivo. Pudo ser el novio premium para cualquiera, pero yo solo quería una cosa de él. Y se lo dije cuanto tuve la oportunidad.

― Quítate la camisa. ― El pobre chico me miro como si a mi cara le hubiera salido un cuerno de la nada.

― ¿Q-quitarme la camisa? ― ¿A caso esta sordo? ― ¿Para... para qué? ― En definitiva. Algo tiene.

― Solo quítatela, ¿Quieres?

Esa ocasión me di cuenta de que a muchos no les iba bien que una mujer diera el primer paso, les saca de lugar. Es algo que no prevén. Es como si en su mente pobremente programada. Estuviese dictaminado que ellos son quienes marquen los pasos, el rumbo, el ritmo. Dios. ¡Qué desastre!

Verlo sonrojarse, coloco mis hormonas en algún loco punto de no retorno.

Bien. Este es un hermoso juego que me encantaría probar. Y si este mocoso, no resuelve el laberinto antes de plantarle una mano en el pecho. Juro que lo hare lamentarse.

Ver debajo de esa camisa, era necesario para mi bien mental. Necesitaba ver debajo de ella. Muchos hablaban en aquel entonces, que ese chico, es tan reservado con sus relaciones, que nadie le conocía una sola pareja. Especulaban diciendo que era gay.

Bueno, también lo pensé. Pero lo que vi la otra noche. Me confirmo una cosilla.

A este tipo grande le gusta ser dominado, ser sometido a los deseos de alguien. ¿Quién soy yo para negarle tal privilegio?

Exacto. Nadie.

Ser el capitán en americano, parecer estoico, rudo e imperturbable. Era un plus. Un plus con trasfondo. Las fiestas en casas de los jugadores deberían estar mejor controladas. Uno se puede topar con una puerta abierta en busca de privacidad. Y lo que allí encontré. ¡Mierda!

El Secreto Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora