17. M

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Si no aparece... da igual.

Bien puedo disfrutar de esto.

La broma del año debió ser el hecho de pensar en el hombre de mis sueños mientras me corro con mi favorito de silicona. Que me lleven al infierno y me dejen arder entre las llamas de Satán si eso significa que ese hombre venga y me tome de las caderas hasta que sus dedos queden grabados en mi piel con tinta.

En el momento justo, la sombra acosadora apareció por la puerta y mátenme si no pensé que sus ojos rojos me miran con lujuria y eso lo único que provoca es que abra más las piernas como si eso le diera una mejor vista de lo que hago. El hecho de que observe me da poder, porque se que no puede tocarme. Lo que me hace sentir una diosa afrodisiaca llena de placeres ocultos.

Los gemidos salen de mis labios sin pena. La privacidad del lugar me brinda una brecha única que la ciudad nunca me dio. El disfrutar de tanto placer como se me antoje, sin temer a que toquen a mi puerta porque estoy siendo muy ruidosa.

La sombra se mueve a los pies de la cama, con sus ojos sobre mí.

― ¿Deseas tocarme no es cierto? ― Saque el juguete y lo pase por mis labios, lamiendo mis fluidos. ― Si fueras de carne y hueso, jugaría contigo. Pero no puedes. ― Poniéndome de rodillas me arrastre hasta los pies de la cama. Siento la humedad deslizarse de entre mis piernas, el simple hecho de tener espectador me tiene caliente. ― Puedes verme. No despegues tus ojos de mí.

Inclinándome, baje la mirada a donde según mi intuición me decía que estaría su miembro. Desde esa posición puse mis mejores ojos de ciervo, llevando a mis labios la circunferencia morada. Baje hasta que mi pecho toco el colchón y eleve las caderas, metiendo el vibrador poco a poco. Su escrutinio hace que jadee cada vez que meto un poco más en mi cavidad.

Sentía un afrodisiaco recorrerme las venas. Como si tocaran con mi cuerpo una melodía sensual y placentera, adormeciendo mis sentidos y haciendo estragos con mi respiración.

― Se que puedes hablar. Lo hiciste aquella vez en la cafetería y aquí. Hazlo de nuevo. ― Levante mi torso hasta mirar la oscuridad de su rostro.

Sus ojos parecen danzar sobre mi cuerpo.

― No estas preparada para eso. ― Susurro con la voz más erótica y cargada de deseo que jamás había escuchado. Haciendo que mi mano se detuviera por un momento. ― No te detengas. ― Agregó.

Si desobedecer implica un castigo de ese hombre. Que los dioses se apiaden de mi alma.

― Date la vuelta. ― Si hay algo que me vuelva loca es aceptar la sumisión a manos de hombres como ese. Lo malo es que adoro darles batalla. No se los pongo fácil.

― No lo haré.

― Tu cuerpo me dice lo contrario. El sonrojo de tus mejillas, tu respiración cortada y la forma en que tu interior pide ser atendido. Son una señal más que clara. Amara. Acéptame, acéptalo y podré tocarte.

Su figura ensombrecida se perdió de mi vista frontal. Un escalofrío nuevo me recorrió la espalda. Como si el tacto de una pluma tersa me recorriera la espalda.

― ¿Qué haces?

― Adquiero poder sobre ti, cada que pides algo de mí. ― Guardo silencio, como si esperara a que digiriera sus palabras. ― Pediste mi voz y eso tienes. Antes de ello, me diste más de lo piensas. Me has dado tanto y pedido por igual. Hazlo, pide mi toque y vas a volverte loca, tanto que querrás estar entre mis brazos cada noche, pequeña Amara. Entonces serás toda mía. Y no escaparas. Vendrás a mí.

Se que no tiene tacto, pero siento la frialdad de sus manos por mis caderas. No le daré el gusto de darle la razón.

― No necesito tus manos para correrme. ― Acelere los movimientos, su voz hizo que estuviera más cerca del orgasmo. Así que no hace falta mucho para sentir el nudo tensarse en todo mi cuerpo. ― Pero sé que disfrutas la vista. ― Gemí entre jadeos cortantes.

Levante el culo como si eso me ayudara a tener lo que tanto deseo, mi ansiada liberación y la satisfacción que me da la situación. Mi centro palpita de la necesidad y ocurre, alcanzo el orgasmo con un grito de éxtasis. Cayendo rendida y satisfecha, ha sido de los mejores.

Miro sobre mi hombro y siento que el maldito sonríe. Solo para que en segundos se cerniera sobre mí.

― Voy a poseerte Amara.

― Me gustan los retos. ― Su rostro se pegó al mío, obligándome a cerrar los ojos.

Imagine su respiración, sus manos sujetando mus muñecas. Sus labios. 

Lo siguiente que escuche fue el canto de las aves y una tranquilidad inmensa. Puedo oír el agua moverse con el viento, hay un pequeño sistema que la hace correr hasta una cisterna para mi uso y que al mismo tiempo no se estanque.

¿Me quede dormida?

No recuerdo haber...

― ¿Sigo desnuda? ― Por... Ah Por eso. Mi estomago rugió de hambre. Los sucesos de anoche se repetían en mi mente. Es tonto que recordarlo sepa a un buen polvo, cuando todo el trabajo lo hice yo. Pero su voz. Negue. ― Es una maldita sombra. Una sombra acosadora, fisgona y con poco sentido de... ¡No puede ser!, ¡Es la sombra que me atormenta!

Se supone que debo huir de la mierda, no hacer un estúpido espectáculo sexual frente a ella.

Bien pudo... Sonreí... lo logré. ¿Por qué se siente como una victoria y al mismo tiempo algo más?

― Sabemos que no me haría daño, la he tenido cerca muchas veces. De haberlo querido, ya lo hubiera hecho. ¡Pero eso no quita que sea psicológicamente bueno! ― Ya perdí la cuenta de cuantes veces me repito lo mismo.

Entre mi caos, se atravesó una caja de tazas de cerámica blanca. Esa docena y yo nos hicimos añicos en el suelo. ― Carajo ― la palabra me salió en pujido, rodé sobre mi espalda quedando boca arriba ― me lo merezco.

― El desorden apesta. ― Y aun con ello, sonreí como una tonta.

 ― Y aun con ello, sonreí como una tonta

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El Secreto Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora