11. D

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La ensoñación es un mundo que todavía no termino por comprender.

Desperté a mitad de una ¿casa? en ruinas.
Parece más grande que una casa.

— ¿Hola?

Que asco, hay bichos y ratas muertas.

Camino entre los pasillos destrozados buscando una salida. 
Las plantas se han adueñado de más de la mitad de las paredes.

Los marcos están llenos de flores en tonos lilas y rosas.
Bajo mis pies crujen pequeñas laminas de yeso y madera.

La pregunta aquí es: ¿Por qué se que estoy soñando? Ni idea, pero lo sé.

Quizás por los aromas o porque muy en el fondo siento las sábanas contra mi piel, siento mi cuerpo en posición fetal y el frío en mi pie izquierdo que sobresale de la cobija.

De manera externa lo se. De manera interna, no tengo la menor idea de donde estoy.

Siento que camino en círculos.

— Necesito bajar. — Observo por una ventana astillada. — Dudo que una caída de esta altura me mate. ¿O si?

La flor enredadera cubre la pared de manera total hasta el suelo. Debajo hay un estanque, si resbaló, el agua amortiguara parte de la caída.

— Bien. Lo prefiero. Prefiero eso, a seguir caminando en redondo. — Me quito la chaqueta y la enredo al rededor de mi mano, muñeca y ante brazo.

Hago fuerza con el puño, giro el rostro y atravieso el cristal de un golpe.

El sonido de los cristales rotos me saca de lugar un momento, sacudo el brazo y limpio los residuos del marco. Tiro la chaqueta al suelo y espero un momento.

— Bien. No debe ser complicado. Es como otro deporte extremo. — Doy brincos y cambio mi peso de un pie a otro. — Aquí vamos. — Me siento en el marco y me giro.

Quedo de espaldas a lo que me rodea y veo el interior de la casa. Se ve más escalofriante desde este punto. Apoyo las puntas de los pies en los huecos más grandes que encuentro.

Bajo otro poco y la ventana me queda al ras de los ojos. Falta poco.

Inhalo ondo y al exhalar un temblor sacude toda la estructura. Suelto un pequeño grito de terror, me aferro al marco y las paredes como puedo.

Escucho madera caerse y chirriar. Cuando pasa, sigo aferra y con adrenalina en mi sistema. El movimiento levanto el aroma a moho y viejo.

— ¡Liamy!

Mis ojos se topan con un interior rústico, amueblado y en buen estado, justo frente a la ventana de la que ahora dependo, escaleras asienden a un tercer nivel. Justo allí, un hombre bien parecido de cabello azabache, largo hasta los hombros, de traje anticuado, corre en mi dirección. Como anhelando llegar a mi.

— ¡Liamy! — grita de nuevo. Mis dedos aflojan el agarre sin que yo lo pueda evitar, como si una fuerza ajena a mi voluntad me obligara a hacerlo. — ¡No!

El aire abandona mis pulmones cuando siento la gravedad arrastrarme a su centro.

El cabello me cubre la vista, pero al hombre en la ventana le vi un atisbo de ojos rojos. Extendió su mano como queriendo tocarme, sin éxito.

La ansiedad se apodera de mi, el aire me falta, mis manos se arrojan a cualquier cosa que detenga la caída y mis pies luchan por la estabilidad. No siento nada más que el aire que acuna mi cuerpo.

El hombre grita de manera grotesca, su cuerpo tiembla, se distorsiona y adquiere una forma espeluznante, se arroja a través de la ventana y estira sus brazos al frente, unos cuantos metros más y me tendrá en sus brazos.

El Secreto Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora