Capítulo 21. El eco de mi duelo

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—¡Suban al maldito coche, ahora! —gritaba desde el frente de sus secuaces aquel hombre con pasamontañas verde militar— Arranca, maldita carcacha, ¡arranca!

Mientras el resto de su pandilla entraba en el vehículo de huida, el retumbar de los disparos provenientes de los policías ponía a aquellos ladrones de poca monta en una situación mayor a la que ellos esperaban.

En un segundo, una silueta oscura cayó encima del capó del vehículo deteniendo los disparos detrás de ellos en un suspiro de sorpresa —Mala noche, muchachos. —se escuchó de aquel hombre bajo la capucha negra—.

En un abrir y cerrar de ojos, el cristal del parabrisas quedó completamente destruido mientras aquel hombre sacaba volando a los hombres dentro del coche. Arrojándolos cerca de la patrulla detrás de ellos, el hombre encapuchado recoge el kunai de luz atravesado en una de las llantas del vehículo ladrón mientras se acerca a los oficiales. Dimitri todavía no se acostumbraba al trato más "agresivo" de la policía en Penneabaker City.

—¡Oficiales! Un placer, no creo que me reconozcan, me llaman... —

—¡Manos arriba, fenómeno! —gritaba un oficial apuntando directamente su arma contra Alexis al mismo tiempo que su compañero respondía con la misma acción— Ni un paso más, tírate al suelo ahora mismo.

—¡Wow! Muchachos, les juro que no hay porqué llevar esto más lejos.

Mientras Dimitri trataba de calmar la situación, uno de los ladrones recién capturados trató de lanzarse sobre un oficial. La situación se había salido de control un segundo antes de que Dimitri le arrojara otro kunai directo al pecho para neutralizarlo. Los oficiales abrieron fuego ante el celeste vestido de negro frente a ellos antes de que Dimitri pudiera explicar lo ocurrido.

Este último rápidamente, comenzó a escalar la escalera de incendios junto al edificio a lo largo del callejón por el que huía desenfrenado. Los disparos pasaban rozando la armadura que traía puesta a medida que salía del ángulo visible de aquel intento de arresto. Quitándose la máscara de tela sobre su cabeza, Alexis sólo se dejaba caer al borde de la cornisa vecina recargado en ella sin entender cómo las cosas habían escalado a ese punto.

Ellos solían ser los buenos.

—¿Bueno? —respondía Alexis en su manos libres poniéndose rápidamente de pie— ¿Max? Calmado, calmado. ¿Qué ocurre?

Lentamente, el estado anímico de Alexis pasaba de una turbia noche en la ciudad a un intenso suspiro sin emoción.

—¿Dónde está? —preguntaba este último mientras trataba de desenredar el nudo en su garganta— Bien. Voy para allá, gracias Max.

Antes de partir, vuelve a colocarse su máscara de tela haciendo un nudo detrás de su cabeza para sujetarla. Prefiere ocultar sus lágrimas en ella que aceptar, que el asesinato de la mujer que arrastró a toda su familia hacia la muerte, le carcome la conciencia como nada más en el mundo. Al final del día, un hijo nunca podría dejar de querer a una madre.

—Nunca. —

—Hola, mamá. Sé que estás ocupada, ayudando a Josh Prescott con la dirección del centro médico de La Esperanza. Es sólo que, ha pasado una semana desde lo que ahora todos llaman "Apocalipsis" y, sucedió lo que más me temía. Willa Scott, la madre de Alexis, fue asesinada en una movilización de presos ayer por la madrugada, una movilización de la que no tenía idea. —comenta Raúl con una pausa entre ideas en su nota de voz— El Consejo está aquí, en la ciudad. Siento, siento que siempre lo ha estado. Y no sé qué hacer.

—Jamás. —

—¡Permiso! ¡Permiso, gente! —exclamaba Max abriéndose paso entre la muchedumbre presente en el meeting político de la ciudad— Odio las misiones de reportaje.

SURROUNDED [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora