Capítulo 23. Pecados del pasado

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No puedes contener a la oscuridad.

Se cierne sobre ti, envuelve a tu mente y a tu corazón en un suspiro asfixiante. La tristeza e ira se apoderan de ti, consumiendo todo rastro de esperanza resguardando a la espera de su cazador. No importa cuánto te esfuerces, no hay ventana de luz lo suficientemente brillante como para disipar la tormenta que anhela por ti.

Raúl ansiaba por encontrar una salida, una solución que aliviara el peso abrumador que cargaba sobre sus hombros. Que pusiera su responsabilidad en pausa, y lo ayudara a ser feliz un segundo solamente. Había recorrido caminos tortuosos intentando escapar de su propia sentencia, pero cada paso parecía llevarlo más y más profundo hacia el abismo emocional que lo consumía.

Finalmente, divisó una tenue señal de propósito a la distancia. Era como un faro destellante en medio de la absoluta oscuridad, llamándolo con una promesa de redención y paz interior. Con renovadas esperanzas, Raúl se aferró con todas sus fuerzas a aquella luz que yacía esperándolo frente a él, impaciente por ser encontrada.

Pero a medida que más se acercaba, la luz más se perdía. La segunda oportunidad que Raúl tanto anhelaba resultó ser una ilusión fugaz, una burla cruel de sus anhelos más profundos. Su corazón se hundió aún más en la desesperación, su mente se inundó de preguntas sin respuesta tras la desgraciada astucia del destino.

Bárbara era la llave de su prisión, pero una vez que la encontró, se dió cuenta de que el único realmente libre era él.

—¿Ya intentaste curarla como hiciste con Willa? ¿Ver más allá de lo que es ahora, traerla de vuelta? —le preguntaba Jannis a Raúl mientras este se probaba un prototipo para su nuevo traje—.

Aquella nueva vestimenta eran trozos de tela color azul marino formando un diseño único sobre sus hombros en dirección a un círculo plateado sobre su pecho, simulando piezas de una armadura, cocidos por sobre un traje de cuerpo completo color blanco con sombras grises a lo largo de sus piernas y brazos.

—Fue lo primero que, intenté apenas me reuní con Alexis en la casa segura de la zona norte. —responde Raúl batallando para respirar mientras Jannis le aprieta las puntadas de su nueva vestimenta en la zona del abdomen— Admito que, me asusta un poco verla así. Me recuerda a...

—Pintaba tu silueta en mis recuerdos casi tanto como en mis pensamientos más vívidos sólo para no tenerte que extrañar un minuto más. —te gritaba Elizabeth convertida totalmente en su propia pesadilla— ¿Me ves ahora, soy alguien importante para ti, aquí al fin? ¡Estoy, estoy muerta! ¡Muerta, porque tú me hiciste así!

—Sí, entiendo. No me imagino por lo que debes estar pasando.

—Estoy bien. ¿No parezco estar bien?

Ambos se miran un segundo ante lo dicho, ambos se miran un segundo a sabiendas de la respuesta.

—Como sea. Max sigue haciendo trabajo de campo buscando a más resucitados de DR3O a lo largo de las edificaciones propiedad de El Consejo, al menos en unas de las tantas que deben tener alrededor nuestro.

—¿Crees que encontrarán la manera de regresarla a ser ella misma con sus investigaciones?

—Es mejor eso a no intentar nada.

El recuerdo de la antigua Bárbara permanecía presente en cada paso que Raúl daba. Actualmente, lo único que de ella quedaba era su cuerpo inherte en conjunto de su sonrisa lista para atormentar, a quiénes más la querían, por la noche. Sus ojos, completamente oscurecidos hasta el color negro y las grietas creándose lentamente desde sus cuencas eran una imagen aterradora que sólo traía desesperanza desde su rescate.

SURROUNDED [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora