Capítulo 22. Gratitud por el ayer

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En su noche perfecta, el cielo se convertía en un lienzo oscuro adornado con relucientes gotas de agua. Las calles, una vez bulliciosas y animadas, ahora se encuentran envueltas en un manto de tranquilidad. El suave sonido de las gotas golpeando el suelo crea una sinfonía rítmica que envuelve todo su entorno, adecuándolo a un sentimiento muy bien guardado.

Las luces de la ciudad se reflejan en los charcos que se forman en las calles, creando destellos mágicos que bailan al ritmo de la lluvia. Los árboles, vestidos con hojas empapadas, susurran melodías susurrantes mientras las gotas se deslizan por sus ramas. El aire fresco y limpio impregna los sentidos, revitalizando su espíritu mientras lo llena de una sensación nerviosa pero apasionada.

El aroma de la tierra mojada se mezcla con el perfume de las flores en aquel ramo especial sobre su mano, suavemente, estas crean una fragancia embriagadora que acaricia sus sentidos, tal y como espera que acaricien los de ella. En esta noche especial, su noche especial, las preocupaciones se disuelven en las gotas de lluvia, dejando espacio para la paz y el enamoramiento. Es un momento para el regocijo, para abrazar la belleza de la vida y disfrutar de la serenidad que la lluvia y el amor traen consigo.

—¡Hola, hola! Discúlpame, llegué tarde. —decía Raúl a medida que se acercaba a Elizabeth para saludarla—.

Ambos se encontraban en su primera cita formal. Sin presiones, sin ataduras y sin expectativas. Sólo ellos dos, siendo la persona favorita uno del otro.

—No, tranquilo. ¿Sabes? Así me hago una idea de cómo debe ser la vida de superhéroe.

—Haha. ¿Te recuerdo quién dejó plantado al otro la vez anterior por trabajo de oficina?

—¡Hey! Haha, te compré una dona para disculparme.

—Me encantó la dona. —le responde Raúl mientras se sienta frente a ella—.

Él llevaba puesta una camisa de vestir blanca bajo un saco color azul marino mientras que ella usaba un vestido corto color guinda con su abrigo beige a un lado.

Elizabeth mira a Raúl tiernamente antes de reírse un segundo y preguntar —Y... ¿Las flores son para mí?

—¡Las flores, cierto! —responde Raúl completamente apenado levantándose a entregarle las flores en persona— Lo siento, punto menos, lo sé.

—De hecho, baso el puntaje de mis citas en si el pretendiente aparece en ellas o no, así que descuida, llevas buena ventaja.

—Menos mal porque no quisiera ser como aquel chico Danny Boy de primer año, ¿cierto?

—¡Y dale con Danny Boy! Haha. Nunca vas a dejar que lo olvide, ¿cierto?

—No está en mis planes a corto plazo, no. —ambos se miran sonriendo, el tiempo que se conocen no es suficiente para evitar el dulce cosquilleo de la nerviosa primera cita— Te ves hermosa, Elizabeth.

Elizabeth se sonroja completamente a medida que desvía la mirada en su intento por disimular eso mismo —Gracias, en serio, sabes que no soy mucho de venir a lugares tan, elegantes como estos.

—Para mí es un verdadero placer que seas mi acompañante esta noche, me alegro que hagamos esto.

—Yo también, Raúl. Me alegro mucho.

La velada continúa para los jóvenes enamorados. Risas, anécdotas vergonzosas, hablar sobre el todo y la nada misma con ella se sentía para Raúl como finalmente dejarse llevar sobre una fina capa de una dulce melodía endulzada con su voz. Hacía tanto tiempo que conocía a esa bella mujer que de alguna forma, seguía encontrando maneras de sorprenderlo una vez más.

SURROUNDED [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora