Capítulo 5. La novia, el vástago y el celeste

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Las fiestas decembrinas se acercaban con fuerza a medida que el invierno avanzaba con los días en la ciudad. La fiebre del héroe se había hecho presente para Raúl y esto no era algo que pudiera ignorar con facilidad. Sitio al cuál iba era sitio dónde había alguien dándole las gracias por haber ayudado a rescatar a su amigo, vecino, compañero de trabajo, amante o derivados aquella noche en Winchester.

—¡Dos de albóndigas con extra de queso saliendo! —exclamaba el señor McGiven quién mandaba al chico Will a por la comida de Raúl— No te preocupes, Raúl, la casa invita.

—Muchas gracias... Señor.

"Los sandwiches del héroe del pueblo."

La comunidad había decidido disociar de los trágicos eventos recientes y parecía que medio pueblo se había puesto de acuerdo en fingir que nada malo había pasado. Preferían voltear a ver a aquel chico de gran corazón y cambiar su triste semblante por uno más alegre de acuerdo a la celebración próxima en el mes; un semblante de esperanza era lo que Raúl, el héroe local, representaba justo ahora.

Aunque no todos estuvieran de acuerdo con ello.

—Asesino. —se escuchaba detrás de Raúl frente a la puerta de entrada hacia el local del señor McGiven.—

—Hoy no. Por favor. —se decía a sí mismo aquel joven esperando por su almuerzo al voltearse para encarar a aquella voz masculina a sus espaldas.—

—Eres un asesino. —repetía aquel hombre a dos metros de distancia suyo. Su ropa en mal estado y su apariencia general desalineada provocaba en las personas del lugar cierto grado de preocupación ante sus acciones.—

—Oye amigo, lárgate de aquí. En serio. —decía el señor McGiven en un tono más serio y grave que de costumbre.—

—¿Los sándwiches del héroe? ¿En serio? ¡Este niño dejó morir a mi esposa, en sus propias manos!

—En serio lamento su pérdida, yo...

—¡Cállate! Pudiste salvarla, pudiste intentarlo, pudiste... Pudiste hacer algo. —aquel hombre destrozado rompe en un llanto silencioso. —¿Siquiera te importa?

—Me importa más de lo que crees.

—Seguro ni sabes su nombre. —aquel hombre sale del local a toda prisa, dejando atrás en sus sollozos la culpa sobre los que quedamos aquí.—

Aurora. Su nombre era Aurora Jensen.

La situación comienza a sentirse menos tensa. Las familias dentro del local esperando sus almuerzos vuelven a sus propios asuntos detrás de la pantalla de su celular, prefiriendo olvidar aquello que no deja dormir en las noches a aquel esposo muerto en vida. No se puede salvar a todos, pero no por eso deja de doler todas y cada una de aquellas vidas que no se pudieron salvar.

—Toma, Raúl. La casa invita. —comenta Will, el ayudante en el local del señor McGiven antes de volver a la cocina.—

—Los veo luego, chicos. —Raúl toma su pedido y más pronto que tarde sale del lugar. Se pone su clásica sudadera azul frente a la posible tormenta del día y parte en su bicicleta lejos de ahí lo más rápido que le es posible.—

En este punto no sabe qué se siente peor; si ver cómo las personas de su comunidad prefieren ignorar de una manera tan descarada los acontecimientos recientes en la ciudad, o por el lado contrario, ver cómo el estar tan informados de los hechos lo vuelven el centro de la plática. Para bien o para mal, aquello que Jesse le dijo alguna vez había sucedido más temprano que tarde; había dejado de ser anónimo por completo.

Les perteneces.

—Raúl, trata de sonreír más a la cámara. —escucha del fotógrafo detrás del faro de luz frente a sus ojos.—

SURROUNDED [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora