Capítulo 1. Larga noche en el templo de hielo

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Todas las familias tienen secretos. Algunos son misterios dentro de un baúl olvidados en el ático de un antiguo hogar. Otros terminan convertidos en tragedias, las cuales permanecen escondidas, en partículas de sangre que se impregnan en la madera de su piso color miel.

Todas las familias tienen secretos, y estos, dejan un recorrido color rojo carmesí en la nieve al caminar por sobre encima de ella. A medida que el joven herido atraviesa la ciudad en busca de perdón, de salvación, un poco de sí mismo va quedando detrás en la sangre que tiñe de oscura la blanca nieve en una noche de tormenta perfecta.

El dolor se vuelve una constante tolerable, de nada sirve quejarse del disparo en su abdomen ni del frío adormecedor que nubla su vista, si no hay nadie que corra a rescatarlo. Milla tras milla, sus pisadas son borradas con la aparición de la nueva capa de nieve cayendo sobre él. Sus claras mejillas se tornan en un rojo profundo debido a la baja temperatura, su nariz por otro lado; comienza a congelarse a medida que su respiración se vuelve cada vez más pesada. Sus manos y brazos se posan estáticos, incapaces de realizar movimientos bruscos más allá de intentar no destrozarse la mano al resistir el frío. Sus piernas, un poco más lentas cada vez, siguen respondiendo con dificultad al único instinto de supervivencia restante dentro de él; la venganza.

Esta vez sí que lo hiciste.

Retumba en su cabeza una voz parecida a la de él, pero no la suya, como si de la campana de la iglesia un domingo por la mañana se tratase.

—Cállate. —responde con la poca fuerza restante dentro de sí—.

No, en serio, está vez lo hiciste en grande, Raúl.

El joven opta por ignorar la inquieta voz en su cabeza. No tiene tiempo que perder, está a punto de morir y no tiene a nadie que le importe. Una vez más, está solo.

—Sólo necesito llegar, es todo. —replica en voz alta para él mismo y el otro—. Ya estamos cerca.

¿Qué se siente estar al borde del final?

—Necesitas esforzarte otro poco, el frío no me deja escuchar lo que dices. —responde entre una ligera sonrisa y ganas de compañía—.

La tormenta no tenía intenciones de parar, la altura de la nieve cubría por completo sus pantorrillas y el frío intenso se sentía como una descarga eléctrica desde su espalda hacia su cerebro. Su cuerpo, en cada paso que daba, contenía un intenso dolor dentro de sí. El frío, hacía posible ignorar el hecho de que sus costillas estuvieran rotas pero el ardor al respirar dificultaba el mantenerse de pie un minuto más.

Estaba abatido, y necesitaba un descanso. Mientras que la herida de bala se abría lentamente por el movimiento de su cuerpo, sus piernas dejaron de responder apenas un segundo en el que sin fuerzas restantes, cayó de rodillas encima de la nieve bajo suyo. El color rojo comenzó a esparcirse más allá de su cuerpo, la nieve se mezclaba con la espesa sangre que brotaba de sus heridas y su mente comenzaba a perderse una vez más entre un inmenso dolor esparcido en sus recuerdos.

Levántate. No nos puedes dejar caer, no aquí.

—Sólo necesito, un descanso. —se repetía a sí mismo mientras el peso del cansancio ganaba terreno sobre su mente —. Sólo un descanso.

Raúl. Despierta. ¡Despierta!

—Despierta, hijo. — decía una voz tenue al otro lado de la puerta—. Es sábado, no quiero saber que se te hizo tarde.

La voz de su madre hacía eco en su habitación, despertarlo era su forma de despedirse antes de salir corriendo apresurada a su trabajo.

—¡Ya estoy-estoy despierto! —respondía Raúl entre sueños y cobijas—.

SURROUNDED [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora