Capítulo 4.

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|CAPÍTULO 4¦


Ambar:





Miraba la comida que había sobre mi plato, era tanta comida qué no sabía cómo o por donde empezar, era tanta qué el hambre se me había quitado. Pero debía comerla, ser agradecida, porque hay personas que no tienen nada ahora.

—Come —pidió Stefan.

Asentí, luego empecé a comerme toda la comida, aun pensaba y trataba de asimilar todas las cosas que me han dicho, entonces los rumores de que son inmortales eran ciertos, en el pueblo se dice que hicieron un pacto con el diablo para obtener la inmortalidad, otros decían que eran hechiceros, pero jamás pensé que esos rumores serían ciertos, ahora que lo pienso, recuerdo una vez que vi al rey Zarek caminar por el pueblo, yo a penas era una niña cuando eso sucedió y Lucía exactamente como luce ahora, no ha cambiado nada. Ahora que sabía la función qué haría dentro del palacio, me sentía cohibida, pequeña bajo la atenta mirada de sus concubinas, no era para menos, soy una recién llegada y estoy aquí de la nada, quizá para ellas sea incómodo mirarme.

Tenía pensado huir lejos a penas todos estuvieran dormidos pero era imposible, el castillo es enorme, además de la seguridad que había me resultaba complicado huir, quizá aquí dentro este mejor que allá afuera ya que no conozco nada sobre el mundo, solo conocía el pueblo, nada más, pero irme sería un error por ahora, porque no tengo dinero, así que me tocaría esperar si soy o no la indicada para ellos así podré irme en paz, porque siendo honesta, siento que no estoy hecha para complacer a los hombres, para dar a luz o servir de esposa, siento que estoy hecha para mejores cosas pero estando aquí dentro, dudo que descubra qué es lo que debo hacer con mi vida.

La cena había terminado, fue incómodo porque todos comían en silencio y sentía que debía hablar, pero decidí quedarme callada porque no sabía cómo reaccionarían.

—Pueden irse a sus habitaciones —Zarek se puso de pie— Ambar, mañana te daremos un recorrido por el palacio.

—Está bien —me puse de pie, las demás permanecían sentadas— buenas noches su majestades, señoritas.

Quería salir lo más rápido de ese comedor, me sentía incomoda con todas esas miradas sobre mi, regresé por donde me habían indicado hasta mi habitación, sobre mi cama estaba una bata blanca, la toque con sumo cuidado ya que la tela parecía muy delicada, pero bonita. Solté las tiras del corsé del vestido y pude respirar con calma, saqué las prendas de mi cuerpo para ponerme la bata, recogí el vestido del piso para guardarlo dentro del closet qué es el nombre de la cosa de madera

—No deberías hacer eso —solté un grito al escuchar la voz del Rey Stefan.

—Me asustó..

—Lo siento, debi tocar antes —ambos estaban de pie en la puerta— No deberías hacer eso.

—¿Qué cosa?

—Recoger tu vestido —siguió Zarek— para eso están las doncellas.

—Lo siento, es que estoy acostumbrada a hacer las cosas por mi misma.

—Entiendo.. —Stefan se acercó a mi, yo apreté el vestido en mis manos, me estaba poniendo nerviosa— vinimos a darte las buenas noches.

—¿A.. Ah si?

—Si, todas las noches lo hacemos —el se acercó más a mi, cerré los ojos cuando sentí sus labios en mi frente— descansa Ambar.

Zarek me dio uno en mi mejilla, no sabía cómo explicarlo pero se sintió muy extraño, también un tanto incómodo ya que odio que me toquen o me besen, ya tenía suficiente con mi padre, el lo hacía y me daba miedo.

La Favorita de los Reyes. -Finalizada- ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora