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❝xxxviii. the flame of the phoenix ❞
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ADARA CAMINABA CON RAPIDEZ POR LOS PASILLOS OSCUROS DE ALFEA. Las Pixies se encontraban a un par de pasos delante de ella. Volaban moviendo sus pequeñas alas con rapidez, y se movían con agilidad entre los pasillos. La pelirroja cada tanto se encontraba con los soldados de Solaria tirados en el suelo.
—¿Ellos están...? —preguntó con temor a completar la oración.
Pam giró la cabeza para verla y, mientras le hablaba, volaba de espaldas.
—Están durmiendo —respondió, aliviando la consciencia de Ads. Un ronquido retumbó por las paredes de un corredor—. Despertarán en unos minutos.
—Dense prisa —ordenó Ninfea, sin siquiera voltear a verlas.
Adara sabía que ellas no podían estar ahí. Si algún soldado de Solaria, o incluso la Reina Luna, las veían, podrían atraparlas y usarlas para su beneficio; tal como había ocurrido en un pasado.
Las notaba nerviosas y con toda la razón del mundo. No era seguro para ellas y, aún sabiendo eso y sintiendo el miedo por sus cuerpos, habían venido a buscarla, infiltrándose en la escuela.
Si Dafne les había pedido que la fueran a buscar, debía deberse a algo importante.
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