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El sol de la bahía se alza sobre el puente mientras lo cruzamos en el auto. Klay conduce con un brazo apoyado en la ventana, las gafas de sol puestas y la luz amarilla resaltando todas las facciones de su cara, soy una chica afortunada tomando en cuenta la cantidad de mujeres que seguramente morirán por tenerlo así.
—¿Disfrutando la vista? —pregunta en tono burlón.
—Bastante.
Esconde la media sonrisa que le aparece pero no lo suficientemente rápido como para que no me de cuenta. Mi cuerpo vibra con anticipación cada vez que estoy cerca de él, no se si es el hecho de que me haya dicho en voz alta que va a volver a besarme con toda la seguridad del mundo o el hecho de estar encerrados en un espacio tan confinado como el auto. Lo único que se es que mi cuerpo no entiende las señales de alerta que le manda mi cabeza y se muere por tener sus manos encima de mi de nuevo y besarle la sonrisa hasta que se le borre de la cara.
Sigo sin tener idea de a donde vamos pero los edificios se empiezan a borrar del camino y el agua empieza a aparecer.
Estamos entrando al filo de la bahía.
—San Francisco tiene muchos lugares en los que se puede ver el Golden Gate, pero este es el mejor y cómo está demasiado lejos los turistas son demasiado flojos como para venir.
Río— . ¿Y esto lo descubriste como?
—Mi primer año aquí. En Los Ángeles amaba ir a Santa Mónica a diario, el pier era como mi lugar para despejarme. En la universidad en Washington buscaba el primer lago que encontrara, me encanta el agua. —cuenta— . Cuando me drafteo el equipo empecé a ganar reconocimiento rápido, necesitaba un lugar más privado. Lo encontré mientras mi agente de bienes raíces me mostraba casas.
—Pero terminaste viviendo en un apartamento en downtown.
—Si, pero tengo mi casa en Atherton.
Mi sonrisa se abre y me giro a mirarlo con una ceja arqueada cuando el auto se detiene.
