¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No sé exactamente como llegamos a casa tan rápido.
El camino de regreso es un borrón en mi cabeza, flashes de su mano en mi pierna y las necesitad abrumadora de que me toque me atormentan la cabeza devolviéndome dos años atrás a nuestra primera noche juntos.
Es casi demasiado. La sensación casi dolorosa de desearlo, el miedo paralizante de que un paso en falso pueda arruinar todo.
Entramos a la casa en silencio, las patas de Rocco suenan de fondo en alguna parte del segundo piso, y nos quedamos parados en la sala frente al otro sin saber bien que hacer. Sus ojos están prendidos fuego pero se contiene, dándome la oportunidad de escoger el siguiente paso.
—Ven aquí. —le digo finalmente.
Suspira como si escucharme le hubiera quitado un peso enorme de encima, apoya sus dos manos a cada lado de mi cadera y me empuja hacia atrás lo suficiente para apoyarme contra la pared más cercana y besarme. Se me escapa un quejido ronco de los labios al sentirlo presionado contra mi, sus manos perdidas queriendo tocar en todas partes y las mías apoyadas sobre su pecho buscando un poco del balance que me falta. Tomamos todo lo que podemos del otro y aún así no parece suficiente.
Sin soltarme los labios saca la chaqueta que me cubría el vestido y la tira en el piso, luego se deshace de la suya.
—Podría besarte para siempre. —suelta sobre mi boca— . Me encanta tu boca.
Siento como se me acelera el pulso escuchándolo, él también lo siente cuando me besa la piel del cuello. Su boca sabe al tequila y fresa de las margaritas de Ayesha, su piel está hirviendo debajo de mis manos y está tan desesperado que en su intento por apoyarme en otro lugar casi tira al piso todo el contenido de la barra de la cocina.
