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Cuando entro a su casa detrás de él nos recuerdo entrando a su apartamento de Los Ángeles dos años atrás. Con la gran diferencia de que esto se siente rarísimo y mis manos están quietas, y su boca no está ocupada.
Abre la puerta principal dándome paso directo a su sala. Su casa es exactamente como él. Minimalista, seria, masculina. El salón está cubierto de muebles blancos y grises, de los mismos tonos que las paredes, a la derecha está la barra que separa la cocina, en frente una puerta de cristal enorme que da paso al patio y un poco más allá, el acceso directo al mar. A la izquierda un pasillo con puertas blancas cerradas y las escaleras hacia el segundo piso.
—Que quede claro que esto es temporal.
Rueda los ojos mirándome desde el otro lado de la habitación.
—Si estás esperando que te ruegue que te quedes, no lo voy a hacer.
Ahora soy yo la que rueda los ojos. Si tuviera otro lugar donde quedarme no estaría aquí, no es como si quisiera compartir mi espacio con el.
El está compartiendo su espacio contigo, me recuerdo.
—¿Aquí a donde traes todas tus chicas? —pregunto en tono burlón, cambiando de tema.
Ríe levemente y se acerca de nuevo sin quitarme la mirada. Está demás decir que me confunde mucho la manera en la que cambia su actitud conmigo tan repentinamente. Un segundo está siendo dulce, al otro vuelve a su estado natural.
—Mi casa es el último lugar donde llevaría a "mis chicas". —responde haciendo comillas con ambas manos.