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Miro a Indy de reojo, todavía no termino de creer que es real que esté en mi auto. Es emocionante, la manera en la que me cosquillea el cuerpo con anticipación al tenerla cerca y la forma en la que el aroma de miel de su perfume me marea son sensaciones completamente raras para mi.
—¿Qué? —pregunta, claramente fallé en el intento de mirarla de forma sutil.
Niego— . Nada.
—Puedo sentir tu mirada fija incluso mientras conduces.
—Realmente te gusta Chick-fil-A, huh. —cambio de tema.
Saca otra papa de la bolsa de papel y la sumerge en el contenedor de la salsa especial del restaurante antes de metérsela a la boca, después me sonríe de la forma mas adorable posible.
—Ordenar nuggets de pollo en el Chick-fil-A que había cerca de mi casa en San Diego fue lo primero que aprendí cuando tenía diez. —cuenta— . Mis padres no estuvieron conmigo la mayoría del tiempo entre mis diez y veinte años, me salvé de muchos días de hambre. Siguen siendo mi comida favorita.
—¿Mucho trabajo? —pregunto.
Titubea, luego niega— . Más bien nunca quisieron una hija, arruiné la carrera de actriz en ascenso de mi madre y mi padre tuvo que quedarse en San Diego por el embarazo cuando estuvo a punto de hacerse socio de un buffet de abogado en New York, por eso siempre fui una inconveniencia en sus vidas, un recordatorio de por que ninguno de los dos llegó a cumplir sus sueños.
Frunzo el ceño odiando de repente a dos personas que no conozco, no es un tema con el que me sienta familiar porque tuve y tengo la suerte de tener una familia increíble, aún así no me cabe en la cabeza que existan personas que no les den el amor necesario a sus hijos y los hagan crecer con la creencia de que son una inconveniencia, es detestable. Debe ver la confusión en mi cara porque suelta una carcajada y niega.