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—¿El lugar que querías mostrarme está en casa?
Indy se gira en el asiento y me mira con una ceja arqueada cuando entramos en el conjunto residencial, sus enormes ojos verdes llenos de preguntas. Suelto una risa, es probablemente la persona más curiosa que he conocido en mi vida, siempre quiere saberlo todo al segundo.
—Es imposible mantener algo en secreto contigo, ¿huh?
Su risa llena el espacio del auto mientras estaciono. Todo este día ha sido surreal, desde el momento que decidí dejar esa nota y jugarme a la suerte hasta verla en mi jersey sentada en primera fila en uno de los mejores partidos de la temporada y finalmente llegar a casa juntos. Nunca he llegado a casa con alguien después de un partido, me sorprende notar lo mucho que me gusta.
Le rodeo los hombros con el brazo mientras nos hacemos camino hacia el interior de la casa y ella se apoya en mi pecho, siguiéndome el paso todavía intentando que le diga algo. Caemos en un silencio bastante cómodo, así como también ya nos resulta cómoda la forma en la que buscamos tocarnos incluso sin darnos cuenta, el roce de su nariz en mi mandíbula cuando quiere hacerse paso para besarme en ese lugar que ya tiene marcado su nombre o mis manos inquietas buscando atraer su cuerpo hacia mi.
Es gracioso que no podemos dejar las manos quietas pero todavía estamos esperando por quien cede primero para besarnos. Lo único que me detiene es que se que no voy a poder parar después, entonces necesito asegurarme que ella no se vaya a arrepentir de las decisiones que toma con respecto a los dos. Especialmente ahora que estamos viviendo juntos.
Sus ojos se iluminan al percatarse que estamos yendo hacia el pedazo de playa privada que tiene mi casa.
—¿Vas a meterte al mar conmigo, Klay Thompson? —pregunta volteándose en mis brazos para mirarme de frente.
