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Por fin Klay tiene un día libre.
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que pudimos pasar todo un día juntos sin que ninguno de los dos tenga responsabilidades que atender, ¿y qué hago en el único día en meses en el que no tenemos que levantarnos temprano?
Me levanto temprano.
En realidad creo que nunca me dormí por completo, desde ayer tengo una melodía rondándome la cabeza y me es imposible concentrarme en otra cosa que no sea descubrir el sonido y la letra de la canción.
—¿Se puede saber que haces viendo Glee a las cinco de la madrugada?
La voz de Klay interrumpe la tranquilidad del salón. Suelto una risa al ver su rostro, tiene un ojo abierto y el otro entrecerrado, su cabello está despeinado y todavía tiene las marcas de la almohada en su mejilla. Su expresión confundida alterna su mirada entre la televisión encendida con volumen bajo y mi cara.
Poder ser la persona que lo ve así todos los días hace que me recorra una sensación calurosa en el pecho.
—Vuelve a dormir, bebé.
—No voy a volver a la cama sin ti. —replica buscando acomodarse conmigo en el sofá. Se tira en la parte larga y busca apoyarse en mi hasta que su cabeza descansa sobre mi pecho. Río al verlo tirado casi por completo encima de mi— ¿Estás escribiendo?
Asiento— . Tengo una melodía en la cabeza pero todavía no se bien que es.
—¿Y realmente tenías que levantarte a esta hora a descubrirlo?
Río— . No podía dormir y no quería despertarte.
—Creo que me arruinaste, mujer. —murmura, mi mirada confundida hace que elabore su respuesta— . Nunca más voy a poder dormir en una cama vacía.
