Capítulo 12

203 21 4
                                    

Mientras Evelyn recibía un hermoso jarrón con tulipanes y una pequeña carta, Henry caminaba apresurado por las calles de Londres para llegar a Baker Street y reunirse con Nancy. No sabía exactamente lo que buscaba, nunca había estado allí antes y caminaba con una tarjeta en la mano al tiempo que iba mirando las placas de los edificios hasta dar con la numeración que buscaba. Finalmente lo halló y entró con la misma prisa gracias en que un hombre salía a ese momento. Piso tres leyó de nuevo en la tarjeta. Subió las escaleras sin tomar aire, estaba muy ansioso, estar en movimiento le ayuda a calmarse. Se recostó en una pared antes de tocar, se quitó el sombrero y limpio el sudor de frente con un pañuelo. Respiró buscando calmarse, ella vino a sus pensamientos, a esa hora ya debía haber recibido sus flores y su carta. Peinó su cabello con la mano volvió a colocarse en sombrero y tocó dos veces. Entró a una pequeña recepción, una chica joven de unos veinte años lo saludó desde el mostrador.

—Buenos días, busco a la agente Nancy. Soy Henry Dedlock.

La chica le indicó que esperara unos minutos en las sillas de descanso, lo anunciaría en cuanto la agente saliera de la sala de reuniones. Henry asintió y se quedó sentado con las manos en las rodillas sólo observando. El lugar no parecía ser una oficina del gobierno pensó. Lo que le esperaba detrás de la puerta de aquella pequeña recepción era un misterio que estaba a poco de descubrir. En el transcurso de media hora nadie entró o salió del lugar. Mientras él seguía esperando. Consultó su reloj, la espera se estaba convirtiendo en una tortura. De pronto la puerta se abrió y allí estaba Nancy que apenas le hizo una seña para que la siguiera.

—Perdona la espera Dedlock tuvimos una reunión de emergencia.

Nancy condujo a Henry por un pasillo angosto, y después otro a su derecha, hasta llegar a una gran sala llena de mujeres tecleando en máquinas de escribir, nuevamente un pasillo y un despacho cuyas paredes estaban tapizadas con mapas de Francia, y había dos hombres más en escritorios. Continuaron caminando y entraron a una iluminada oficina con un gran escritorio y tras él un hombre de mediana estatura y espeso bigote a quien Nancy presentó con Henry como el Coronel Morland.

—Mucho gusto, Henry Dedlock. —Ambos se estrecharon las manos.

El hombre le indicó a Henry que tomara asiento, Nancy se quedó al lado del coronel de pie encendiendo un cigarrillo.

Bien —comenzó a hablar Morland. —Sus papeles han llegado Dedlock, estuvimos estudiando su caso y ha sido aprobado. Bienvenido a la Dirección de Operaciones Especiales, desde ahora trabaja usted para el gobierno de su majestad. Soy el jefe de la sección francesa. Y como ya sabe, Nancy es mi mano derecha y encargada del reclutamiento para esta operación. Debe usted estar en Escocia mañana mismo, y comenzar su entrenamiento. Debe saber que esto es algo nuevo, es usted de los primeros espías que enviaremos al sur de Francia. Como estadounidense usted corre el peligro de ser acusado de traición, pero como británico ofrece un servicio a su país. Toma un gran riesgo y lo admiro por eso.

—Estoy listo señor.

—¿Ha matado usted a alguien alguna vez, señor Dedlock?

—No, nunca, y espero no tener que hacerlo.

—Deberá aprender a hacerlo y a defenderse para cuidar su vida. No sé dialoga con los nazis. ¿Qué espera de esta operación? —le preguntó Morland.

—Sólo quiero ser útil señor y ayudar a salvar a Europa, y especialmente a Francia, me siento muy unido a la patria de mi madre. También contribuir para derrotar a los bastardos.

—Debe recordar que esto no es un asunto personal, que esto es más grande que usted, que es la causa de la libertad.

—Así lo veo señor...

—Debes usar otro nombre cuando llegues al campamento de entrenamiento, no debes hablar con nadie de tu pasado, nadie debe saber nada de tu vida privada. Es más fácil así, si llegan a ser capturados nadie sabe nada de nadie. En tu caso, Vera y tú se conocen, deben fingir que no es así. Serás el agente René. Debes tratar de controlar tu acento, debes hablar con acento británico en Escocia, ya en Francia podrás adoptar tu acento neoyorquino. Eres americano estás corriendo un gran riesgo al trabajar con nosotros y debes protegerte. Por eso nadie debe saber en Escocia que vienes de NY. Crea una historia. Nadie debe saber que tú madre es francesa, di que aprendiste a hablar en un internado, fuiste en verdad a Exeter, mantén esa historia, pero no reveles que naciste en NY —le explicó Nancy.

—En Francia serás Henry Dedlock de nuevo para los franceses y para los alemanes serás un periodista norteamericano. Pero tú nombre clave será René, escribirás tus artículos como Dedlock y deberás moverte en la clandestinidad cómo René. Tampoco debo recordarle que todo es estrictamente confidencial —agregó Morland.

—Creo que eso es todo aquí —dijo Nancy —acompáñame a mi oficina continuaremos allí —pidió Nancy.

Ya en su oficina, Nancy solicitó servicio de té para ambos y asumió una posición más distendida. Le habló sobre la experiencia de Morland y de todo lo que estaba en juego con la operación que consistirá en crear una red de espías para ser enviados a territorio francés no ocupado. Una operación de la que el propio primer ministro Churchill era el creador. A diferencia de Henry, que sólo iba por información vital, había un grupo que ya se estaba entrenando para comenzar la formación de células de la resistencia. Minutos después, una chica bastante joven con el uniforme del ejército trajo el té y ambos se sentaron en una pequeña mesa para tomarlo.

—¿Fuiste a Stratford? Qué sucedió con la chica Granchester?

—Sí, fui, es mi novia ahora.

—Sí sabes que es la nieta de un duque, que son parientes del rey, que él tiene un puesto en la Cámara de los Lores, que es amigo de Churchill, un miembro importante de la realeza. ¿Tienes todo esto claro, y sabes lo que significa, con quién te estas metiendo?

—Lo sé... lo sé.

—Henry estamos llenos de espías rusos, los tenemos infiltrados en nuestras filas. Nadie en Escocia debe saber que esa muchacha es tu novia. La pondrías en peligro y pondrías en peligro la operación.

—Lo sé...claro que lo sé Nancy.

—¿Vera ya lo sabe?

—Sabe que iba a Stratford a buscarla, pero no sabe que somos novios, no he hablado con ella. Nos veremos en Charing Cross para tomar el tren está misma tarde.

—¿Crees que Vera ya te superó?

—Por supuesto, ahora somos simplemente amigos. Lo que nunca debimos dejar de ser. Lo nuestro fue un error. Nancy, ahora solamente hay un profundo aprecio, creo que es muy claro para ella.

—Espero que no lo arruinen, es mi cabeza la que está en juego, soy yo la que arriesga todo poniéndolos a ustedes juntos en la operación, no lo hubiese hecho si no creyera que va a resultar. —Nancy encendió otro cigarrillo —por otro lado, ella es hermosa Dedlock, sé que no estarías con esa muchacha si no la amarás. Morland se haría en sus pantalones si sabe que estás involucrado sentimentalmente con la nieta del duque de Granchester.

—La amo, de veras la amo Nancy. Estoy totalmente... absolutamente enamorado de Evelyn Granchester.

—Oh Dedlock, sólo espero que todo resulte bien para ti. Volvamos al trabajo.

Vera se levantó de la mesa y caminó hasta su escritorio, abrió un cajón y saco de allí un sobre que le acercó a Henry.

—Entrega esta carta en el campo de entrenamiento, adentro está también tu nuevo pasaporte, tu entrada al Reino Unido desapareció, nunca estuviste aquí. Estarás allí dos meses como mínimo, pero antes de ir a Francia irás unas semanas a Marruecos, del lado español.

—Y ahora que lo pienso, ¿Cómo justificarás tu ausencia con ella, con su familia?

—Le dije la verdad a medias, que iré a Francia como periodista, no como espía por supuesto. No podía solamente desaparecer por meses así nada más. No sería justo con ella, y tampoco con sus padres... son buenas personas y tienen todo mi respeto. Mis padres creen que iré a España indefinidamente.

—Henry puedes renunciar en este punto, puedo ir ahora mismo con Morland y decirle que estás arrepentido, que lo has pensado mejor...

—¿De qué hablas? No quiero renunciar.

—Si renuncias ahora puedes volver a tu vida como reportero, volver a los brazos de ella, comprometerte, casarte si es lo que quieres y tener una vida plena. Te estoy enviando al matadero, a una misión suicida...

—No, Nancy, no tengo dudas, claro que deseo todo eso con ella... Pero soy un hombre de palabra. —Recordó sus ojos de intenso azul cerúleo, felinos, pero profundamente dulces, expectantes. Que lo miraban de forma cristalina y cálida, sintiendo una punzada de nostalgia en su corazón. Esto también lo hacía por ella.

—Entonces no se diga más. Te deseo suerte Henry, y espero que todo salga bien en tu entrenamiento. ¿Verás a tu padre antes de irte?

—Sí, iré al banco ahora mismo para despedirme. Gracias Nancy. Espero verte antes de partir a Francia.

En Warwick Evelyn desdobló la hoja de papel una vez más, y cerraba los ojos para rememorar las últimas horas junto a él. Fue inevitable que fuera de sus caricias de lo que más se acordaba porque había causado un gran impacto para ella, haber sido tocaba, besada de la forma en que Henry lo hizo en su cuello, en sus hombros. La noche fue de total turbación, por un lado resintiendo la ausencia que prometía ser prolongada por varios meses y por otro lado las sensaciones recién descubiertas. La inesperada llegada del amor arrebatando su calma encendiendo en ella una incipiente pasión volcánica. Experimentaba sentimientos tan diferentes por Henry, cada vez era más consciente de que era realmente muy distinto a lo que una vez sintió por Hans, y que no tenía nada que ver uno con otro.

—¡Ev, Ev!

—Ah sí.

—Le decía a Harriet que podemos hacer las coronas en tu casa, tienes un jardín muy hermoso lleno de flores...crees que podamos hacer una tarde de té...

—Yo puedo llevar galletas —intervino Harriet.

—Ah sí, claro, hablaré con mi madre, pero no creo que haya inconveniente.

—Nos veremos hermosas con nuestros trajes de hadas...

Evelyn estaba rodeada de chicas que únicamente tenían una preocupación, el May Day, que de forma inusual se celebraría en Warwick el último domingo del mes. Se apartó de ellas y caminó hasta un gran árbol del patio buscando algo de privacidad para leer una vez más la carta de Henry.

Querida Ev, dulce amor.
Contaré los días, las horas, cada minuto, cada segundo para volver contigo.
Mientras tanto seguro estoy de que no te apartarás de mis pensamientos. Piensa tu en mí.
Esto también lo hago por ti. Aunque no puedas comprenderlo ahora.

Espero poder llamarte desde Londres antes de partir

Te amo Evelyn Granchester.
Tuyo para siempre.
Henry Dedlock.



—¡Ev! ¿Qué te sucede? Has estado muy extraña hoy. Apenas has hablado con nosotras. No comiste en el almuerzo.

Madelaine se había acercado a Evelyn sin que ella pudiera percatarse tan absorta se hallaba leyendo las líneas de Henry y sumergida en sus cavilaciones.

—No me sucede nada —respondió tomando la mano de su amiga y mirándola con una sonrisa.

—Te verás hermosa en May Day... Oliver al fin decidirá declararse cuando te vea.

—¿Oliver vendrá?

—Vendrá toda mi familia... ya sabes como somos los Granchester. Hablaré con mi madre para hacer la tarde de té y que nos ayude con las coronas, estará encantada con la idea, conoces a mi madre, le encantan todas estas cosas, y que ustedes vayan a casa.

—¿Seguro que nada te ocurre?... ¿Es una carta de Henry?

—Sí, me la envió hoy con tulipanes... Puedes creerlo nunca le dije que me gustaban los tulipanes y me envió un jarrón de tulipanes tan hermosos. No sé cómo lo supo.

—Es muy romántico.

Evelyn sonrió con las mejillas sonrosadas, invadida por el bochorno.

Afortunadamente para ella la tarde pasó muchísimo más deprisa de lo esperado, y pronto se hallaba en casa acomodando la mesa para que la Nana sirviera el té para ella y sus hermanos cuando el teléfono sonó provocando un salto en su corazón, segura como estaba de que era Henry. Así que con presteza prácticamente corrió hasta el aparato, bastándole saludar para que al otro lado él reconociera que ella era con quién hablaba.

—Ev... Mi amor soy Henry.

—Sé que eres tú.

—Estoy en Charing Cross en unos minutos sale mi tren. Te amo Ev...

Evelyn sonrió y sintió como las mejillas se coloreaban, ardían por el sonrojo. Miró a su alrededor y por suerte no había ojos indiscretos observando. Y con el corazón palpitante se atrevió a decirlo.

—Y yo te amo Henry.

—¿Recibiste mis flores? ¿Te gustaron?

—Sí, son hermosas... cómo supiste que los tulipanes son mis favoritas.

—Digamos que recibí ayuda... Eres lo mejor en mi vida Ev. Debo irme, hay una fila para usar el teléfono. Te llamaré de nuevo a la primera oportunidad que tenga.

—Está bien, cuídate, por favor.

—Tú también, voy a extrañarte. ¡Qué digo, ya te extraño, adiós!

Evelyn cerró los ojos, y se dejó caer en el sillón al lado del teléfono. Por algunos minutos permaneció allí asimilando sus emociones. Pronto se vio rodeada por sus hermanos que fueron apareciendo de a poco en la estancia llamados por la Nana, para tomar el té. Sonrió al verlos y se acercó a Albert buscando consuelo en él, se sentaron uno junto al otro, y mientras esperaban recostó su cabeza al hombro de Albert.

—¿Fue Henry quien llamó, por eso estás así?

—Sí, era Henry —y ya no dijo más porque sintió que las palabras se le atoraban en la garganta.

La cena de los Granchester transcurrió inusualmente tranquila, Evelyn y Oliver apenas pronunciaban palabras, y los chicos no tuvieron motivos de discusión esa noche. Terry los observaba a todos incrédulo, esa taciturnidad era por demás inusitada, ¿aquella era su tropa?, se preguntaba mientras miraba a Candy que también estaba sorprendida por el silencio, y se preguntaba que estaría pasando por las cabezas de sus hijos. Ni siquiera se pelearon como ocurría todas las noches por el tema de levantar la mesa. Albert y Evelyn lo hicieron sin protestar y Oliver se encargó de sus hermanos menores como casi todas las noches. Sólo un suceso Inesperado pudo alterar la pasible noche en el hogar. La sorpresiva visita de Lawrence Otto. El hombre llegó poco más de las ocho, en medio de la sobremesa. Se presentó sin avisar y eso prendió las alertas de Terry que supuso de inmediato de que algo ocurría relacionado con la obra. El actor fue recibido en el estudio allí tendrían privacidad para hablar. Lawrence no se fue con rodeos y fue bastante directo al plantearle el problema que enfrentaban.

—Nos hemos quedado sin Romeo. Elton nos ha dejado para regresar a Londres.

—¡¿De qué hablas...tenemos un contrato Lawrence?!

—Lo tienes con mi compañía, no con mis actores. En todo caso, ya he pensado el algo, y puedes descontar el costo de Elton. Es algo que podemos negociar si así lo deseas, es justo para ti, no me opondré si así lo decides.

—Ahora qué haremos, sabes lo qué esto significa. Estamos a un mes del estreno y la verdad Weston no termina de convencerme. Será un desastre, lo has visto no es un mal actor, pero no me convence como Romeo.

—Lo sé, por eso quiero proponer a Oliver, tu hijo. Por eso vine hasta aquí. Creo que él es el correcto.

—No le daré a Oliver un protagónico únicamente porque es mi hijo.

—Y yo no lo propongo sólo porque lo sea Graham. Si no porque lo he observado, he trabajado con él, el muchacho es bueno, nadie en la obra conoce los parlamentos de todos, ningún actor se conoce tan bien la obra como Oliver. Lo has formado bien, es tu creación, deberías confiar más en él. Se que te complica que esto se preste para malos entendidos, que se crea que es mero favoritismo, pero no será así. Todo el elenco lo conoce y lo aprecia, nadie podría negar que el muchacho no trabaja duro. Dale la oportunidad, se lo merece y aseguremos el éxito del espectáculo.

Terry frotó sus ojos con la mano y pensó por unos minutos.

—Sí, si es cierto, tiene la edad adecuada, es un excelente actor, aun así... ¿Estás seguro de que Oliver se sabe las líneas de Romeo?

—Completamente, por qué no lo llamas y lo pruebas, hagámoslo ahora y verás que tengo razón.

—Iré a buscarlo, espera.

Terry salió y se dirigió a la estancia, Oliver no estaba allí. Así que tuvo que pedirle a Evelyn que lo buscara por él y que lo enviara al estudio. No pasó mucho tiempo para que el chico se presentara ante su padre, después de que Lawrence y él se saludaran, Terry le preguntó.

—¿Oliver te sabes los parlamentos de Romeo?

—Me sé de memoria todos papá. Toda la obra.

Terry se movió hasta la puerta para cerrarla, y luego hasta el escritorio y tomó un guion, y se colocó los lentes para leer.

—Bien, quiero que hagamos la escena IV del primer acto, leeré a Benvolio y Mercucio. Una calle, entran Benvolio, Mercurcio, Romeo y cinco enmascarados con antorchas. Tómate tu tiempo, comienza cuando estes listo. —le explicó Terry.

El muchacho sin guion comenzó:

ROMEO. - Y bien, ¿alegaremos eso como excusa, o entraremos sin presentar disculpa alguna?

BENVOLIO.- Esas largas arengas no están ya en moda. No tendremos un Cupido de vendados ojos, llevando un arco a la tártara de pintada varilla que amedrente a las damas cual un espanta-cuervos, ni tampoco, al entrar, aprendidos prólogos, débilmente recitados con auxilio del apuntador. Que formen juicio de nosotros a la medida de su deseo; por nuestra parte, les mediremos algunos compases y tocaremos retirada.

ROMEO. - Dadme un hachón; no estoy para hacer piruetas. Pues que me hallo triste, llevaré la antorcha.

MERCUCIO. - En verdad, querido Romeo, queremos que bailes.

ROMEO. - No bailaré, creedme: vosotros tenéis tan ligero el espíritu como el calzado: yo tengo un alma de plomo que me enclava en la tierra, no puedo moverme.

MERCUCIO. - Amante sois; pedid prestadas las alas de Cupido y volad con ellas a extraordinarias regiones.

ROMEO. - Sus flechas me han herido muy profundamente para que yo me remonte, con sus alas ligeras, y puesto en tal barra, no puedo trasponer el límite de mi sombría tristeza. Me hundo bajo el agobiante peso del amor.

MERCUCIO- Y si os hundís en él, le abrumaréis; para el delicado niño sois un peso terrible.

ROMEO. - ¿El amor delicado niño? Es crudo, es áspero, indómito en demasía; punza como la espina.

MERCUCIO. - Si con vos es crudo, sed crudo con él; devolvedle herida por herida y le venceréis.] -Dadme una careta para ocultar el rostro. ¿Qué me importa, que la curiosa vista de cualquiera note deformidades? Las pobladas cejas que hay aquí afrontarán el bochorno.

BENVOLIO. - Vamos, llamemos y entremos y así que estemos dentro, que cada cual recurra a sus piernas.

ROMEO. - Un hachón para mí. Que los aturdidos, de corazón voluble, acaricien con sus pies los insensibles juncos; por lo que a mí toca, me ajusto a un refrán de nuestros abuelos. -Tendré la luz miraré. -Nunca ha sido tan bella la fiesta, pero soy hombre perdido.

MERCUCIO. - ¡Bah! De noche todos los gatos son pardos; era el dicho del Condestable: Si estás perdido, te sacaremos (salvo respeto) de la cava de este amor en que estás metido hasta los ojos. -Ea, venid, quemamos el día.

MERCUCIO. - Que los que sueñan mienten a menudo.


—Paremos aquí, es suficiente para mí, gracias hijo —dijo Terry refiriéndose a Oliver palmeando su hombro.

Terry miró fijamente a Lawrence, profundamente complacido, Oliver no nada más había dicho las líneas de memoria, las había recitado. Su corazón estaba henchido de orgullo, y de emoción.

—Yo no tengo dudas —intervino Lawrence. —Acaso te quedó alguna duda Graham.

—No, ninguna.

—Bueno ¡díselo!

Ambos sonrieron.

—Ollie hijo, serás Romeo. Elton nos ha abandonado y Weston no nos convence. Lawrence vino hasta aquí para proponerte y yo estoy de acuerdo. Después de lo que me acabas de demostrar, estoy seguro de que te lo has ganado. Sé que es Hamlet tu sueño, pero comenzarás como tu padre, fue Romeo mi primer protagónico —Terry pronunció estas palabras preso de la emoción.

—Papá estás seguro —dijo el muchacho con voz temblorosa.

—Estoy seguro. Haremos el anuncio mañana mismo al resto del elenco.

—Antes yo hablare con Weston —aclaró Lawrence...

—No, lo haré yo. Oliver déjame a solas con Lawrence —le pidió Terry a su hijo.

—Está bien.

Pero antes de marcharse, Oliver se acercó primero a Lawrence para agradecerle con un apretón de manos. Luego se acercó a su padre y lo abrazó con timidez, pero Terry que estaba tan cargado de emociones, estrechó el abrazo, y sin importarle que estaba en presencia de un tercero, tomó el rostro de Ollie, (que comenzaba a derramar algunas lágrimas) entre sus manos.

—Ve y dale la buena noticia a tu madre y tus hermanos —y volvió a abrazarlo.

—Gracias papá, no te voy a defraudar.

—Tu nunca me defraudarías.  

Dear Terry: Nosotros en la tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora