Candy y Maddy no dijeron nada durante la hora del té, ambas acordaron que la muchacha iría al día siguiente a la clínica para que el médico confirmara la noticia, aunque Candy estaba completamente segura del embarazo, no tenía ninguna duda. En la mesa ambas trataron de comportarse de forma calmada, sobre todo Candy que tuvo que hacer un gran esfuerzo por no decírselo a todos en ese instante, la embargaba una felicidad peculiar, nunca se había sentido así de emocionada aun cuando todas las veces que descubrió sus propios embarazos se llenaba de una felicidad similar. Podía decir que está era una felicidad distinta, mucho más abrumadora, incluso mucho más abrumadora que cuando descubrió estar embarazada de William. La llegada de cada niño nuevo en su hogar siempre fue visto con esperanza y alegría, de hecho, podía recordar cuando le daba la noticia a Terry, cada momento, seis ocasiones distintas, pero igual de maravillosas.
Maddy se sentó a su lado en la mesa, y en más de una ocasión Candy tomó su mano con ternura, la muchacha le había manifestado ya en la habitación su alegría, pero también su preocupación, apenas tenían cuatro meses de casados y Ollie estaba a la espera de órdenes para partir en cualquier momento a Canadá para continuar su entrenamiento militar. También le manifestó sus dudas sobre cuan conveniente para él resultaría la llegada de un niño en medio de una guerra. Pero si de algo sabía Candy, es que incluso en medio de los peores escenarios el amor no dejaba de rendir frutos por doquier, ella atendía partos con mucha más frecuencia de lo que esperaba, y la consulta de maternidad siempre estaba llena de mujeres de distintos lugares de Warwickshire a donde no contaban con una clínica y venían hasta Stratford para recibir atención médica.
Por breves instantes Candy se perdía en sus pensamientos y volvía al pasado una y otra vez, observaba a Maddy y se veía a sí misma tan joven como ella esperando a William. Seguía sintiéndose tremendamente nostálgica como en la mañana, desvió su mirada a Evelyn, y por la forma en la que la chica contemplaba a Maddy supuso que para ella no era un secreto lo del embarazo, después de todo eran buenas amigas, ahora hermanas. Viendo los grandes ojos azules de su hija pudo recrear ese feliz momento cuando la tuvo entre sus brazos la mañana de su nacimiento, tan rubia como su hermano mayor, con los mismos labios, los mismos gestos, las mejillas redondas y rosadas, una capa de cabello suave como hilos de seda del color del oro. Pasó poco tiempo y supo que estaba embarazada por tercera vez, los síntomas aparecieron en medio de la travesía cruzando el Atlántico en el viaje que hicieron a Estados Unidos para visitar el hogar de Pony y oficializar la adopción de Oliver.
Albert llegó en Londres pasado siete meses del descubrimiento. Terry retomaba su carrera como actor, y se habían instalado en un cómodo departamento que en pocos años se quedó pequeño para la joven familia. Ahí recibieron a Richard y tres años después a Anne que había logrado enloquecer a su padre de amor y ternura y finalmente Duncan para completarlos, físicamente tan parecido a Terry y con una dulzura especial.
Los vio a todos con una sonrisa ¿sería su corazón capaz de verlos partir? Apenas podía imaginarse la casa vacía, sin ruidos, sin la música del piano, sin pasos apresurados subiendo y bajando las escaleras, las discusiones en la mesa por la leche o por la mantequilla, por quién ocupará primero el baño en las mañanas. Su pequeño hogar de Pony como lo había bautizado Terry, su pequeña tropa.
—¡Mami! ¡Mami!
Candy estaba completamente ida, sumergida en el mar de sus pensamientos y apenas escuchaba a sus hijos.
—¡Mamá! —repitió Albert.
—Ah perdona hijo ¿qué me decías?
—Era yo quien te hablaba —le dijo bastante seria Evelyn. —Te preguntaba si Maddy puede quedarse a cenar y que luego Mike la lleve a su casa.
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Dear Terry: Nosotros en la tempestad
FanficTras el estallido de la guerra los Granchester se han asentado en una hermosa Cotswold Cottage en la ribera del río Avon en Stratford. Un sitio ideal para llevar una vida tranquila, pero es mayo de 1941, nadie en Inglaterra podía llevar una vida tra...