Capítulo 17 (II parte)

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Con algo de nervios y sobrecogido por las emociones, Oliver esperaba su turno para entrar al consultorio médico para el examen físico. Ya había pasado un buen rato rellenando formas y consignando los documentos que conformarían su expediente. Observaba con detalle a los demás aspirantes que ingresaban y salían de las oficinas distribuidas a lo largo del corredor. No dejaba de mover sus piernas en signo visible de su estado, pronto supo que eso no funcionaría, así que inclinó su cabeza para dejarla descansar sobre la pared detrás de él, y comenzó a recitar en voz baja sus líneas.

¡Se burla aquel que nunca ha sido herido de nuestras cicatrices! * —Julieta aparece en la ventana, y no se ha percatado de mi presencia —susurró apenas audible para el mismo, y siguió recitando, con los ojos cerrados.

¡Silencio! ¿Qué ilumina

desde aquella ventana las tinieblas?

¡Es Julieta, es el sol en el oriente!

Surge, espléndido sol, y con tus rayos

mata a la luna enferma y envidiosa

porque tú, su doncella, eres más clara.

No sirvas a la luna que te envidia.

¡Su manto de vestal es verde y triste,

ninguna virgen ya lo lleva, arrójalo!

¡Es ella en la ventana! ¡Es la que amo!

¡Oh, cuánto diera porque lo supiese!

Habla, aunque nada dice; no me importa,

me hablan sus ojos, les respondo a ellos.

¡Qué idea loca! ¡No es a mí a quien hablan!

Dos estrellas magníficas del cielo

ocupadas en algo allá en la altura

les piden a sus ojos que relumbren.

¿No estarán en su rostro las estrellas

y sus ojos girando por el cielo?

El fulgor de su rostro empañaría

la luz de las estrellas, como el sol

apaga las antorchas. Si sus ojos

viajaran por el cielo brillarían

haciendo que los pájaros cantaran

como si fuera el día y no la noche.

¡Ved cómo su mejilla está en su mano!

¡Ay, si yo fuera el guante de esa mano

y pudiera tocar esa mejilla! *

—Julieta dice... ¡Ay de mí!  Y Romeo...

Continuaba susurrando, pero ahora por la emoción imprimida perfectamente audible para un hombre tan joven como él sentado a su lado, también esperando a ser llamado.

—¿Es un poema? —preguntó la voz del joven, obligando a Oliver a salir de su ensimismamiento.

—Disculpa...

—Te preguntaba si es un poema, lo que repites... ¿es un poema?

—Ah, no... bueno sí, es casi un poema... tienes razón, son líneas muy poéticas, además de románticas, es Romeo y Julieta... Shakespeare —explicó Oliver.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora