Capítulo 25

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Maddy apenas podía con la sorpresa cuando una de las mucamas puso la caja de su regalo en sus manos y la abrió para ver su contenido. Sus hermosos ojos negros brillaron al ver la delicada y hermosa joya de los Granchester. Se apresuró a leer la nota que la acompañaba.

Mi amor, espero que mi regalo de bodas sea de tu agrado, es una joya que ha estado en mi familia por muchos años, perteneció a la anterior duquesa, mi bisabuela. Mi abuelo Richard me la entregó especialmente para ti porque también eres una joya invaluable. Nos vemos en la iglesia, estoy ansioso, esto es mucho más emocionante que un estreno.

Te amo.

Oliver G. Granchester. 

Después de leer la nota y llevársela a los labios para besar el papel Maddy levantó la gargantilla y la acarició con sus dedos temerosa. Jamás había tenido en sus manos una joya tan costosa, y tan significante.

—¡Dios mío es hermosa! —dijo sorprendida Elaisa Flower al contemplar la gargantilla.

—¡Voy a usarla! Es la ocasión perfecta. ¿Mamá me ayudas a ponérmela?

Con dedos torpes Elaisa desabrochó el gancho, ella jamás tampoco había apreciado joya así, ni siquiera en el seno de su familia, la Baronesa de Exon poseía joyas antiguas de gran valor, pero ninguna se podía comparar con lo que ostentaría su hija esta mañana.

—¿Dices qué perteneció a la duquesa de Granchester?

—Sí, era de la bisabuela de Ollie —le confirmó Maddy. 

—Su bisabuela adoptiva querrás decir...

—¡Mamá! Oliver es un Granchester. Ni siquiera puedes imaginar cuánto lo quiere su abuelo el Duque y cuanto él también lo quiere y admira.

—Lo siento. Es el día de tu boda, y te prometí olvidar ese asunto de que es un hijo adoptivo.

—Mamá, te amo, pero también amo a Oliver. ¿Acaso él no te ha demostrado que es bueno y suficientemente decente para mí? —nunca antes Madelaine habló con tanta firmeza en la voz. —Debes saber que el duque de Granchester no hace distinción entre él y el resto de sus nietos.

—Lo sé —dijo Elaisa mostrando arrepentimiento. Prometí aceptarlo como mi hijo y cumpliré mi promesa.

Maddy sonrió y abrazó a su madre con ternura. Se dio vuelta para que ella retirara el collar de perlas que se había ya colocado, para darle paso a la hermosa joya Granchester.

—¿Están listas? —se escuchó la voz de Sir Archibald arribando a la habitación, para encontrarse con una bella escena. Su hija inmaculadamente vestida de blanco, luciendo como la novia más hermosa y radiante de todo Warwickshire.

El hombre se acercó a ella, para tomarla por los brazos y darle un tierno beso en la frente. Con los ojos humedecidos le recordó cuanto la amaba, y cuan feliz era de verla llena de felicidad. Sir Archibald estaba satisfecho de entregar a su hija en pocos minutos a un joven que con su trabajo, conducta y amable carácter le demostró que verdaderamente era merecedor de su tesoro más preciado. No tenía dudas que al lado del joven actor ella sería feliz, además de cuidada y respetada. También le hacía inmensamente feliz emparentarse con su admirado y muy querido Terence Graham, por quien sentía tanta admiración como respeto y cariño. Desde el día en que se oficializó el compromiso él sintió que ganaba a un hijo. No vio en él muchacho más que cualidades. Jamás reparó en el hecho de la adopción de Oliver. Era un joven bueno, honorable, con un gran apellido y como colofón un extraordinario actor shakesperiano, no podía esperar nada mejor para su pequeña Maddy.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora