Stratford-Upon Avon, mayo de 1941.
Mientras ya todos dormían, Oliver permanecía despierto leyendo. En realidad, se debatía entre escribirle una carta a Madelaine confesando sus sentimientos o tomar de una vez por todas el suficiente valor para declararle su amor frente a frente al día siguiente. El chico cerró con brusquedad el libro, apretó los ojos e imaginaba la escena, trataba de crear un discurso en su mente, escogiendo las palabras adecuadas, las frases más dulces. La imagen de la muchacha aparecía frente a él de forma onírica, podía ver los ojos negros bajo las espesas pestañas, los labios sonrosados, una piel blanca y cremosa. Podía besarla en su ensoñación, probaba sus labios y eran dulces como una fruta madura.
Un ruido agudo, pero lejano lo trajo de nuevo a tierra, un espectro sonoro desgraciadamente conocido y ya habitual. La alarma y luego aviones. Un zumbido al unísono de un contingente de abejas de hierro sobre sus cabezas. Se incorporó en la cama, para atender el sonido. Sí, era el eco de aviones acercándose, y la sirena de aviso. Rápidamente, se colocó la bata y salió al pasillo, la primera puerta en tocar la de Evelyn y Anne. La chica no respondió, así que entró y la movió con brusquedad, Evelyn despertó sabiendo de qué se trataba. Oliver continuó hasta las habitaciones de sus hermanos menores, despertando primero a Albert y después a Richard, sacando a Duncan de la cama, no podía perder más tiempo. Evelyn se unió a él apresurando a sus hermanos, con una soñolienta Anne de la mano. En la habitación matrimonial, Terry y Candy dormían en un sueño profundo. Tenían varias noches sin poder dormir bien, y habían caído rendidos de cansancio. Pero Oliver se movió rápido hasta ellos con la rapidez que le permitía tener a su hermano menor a cargas.
—¡Papá, papá! —llamó a su padre con prisa y nerviosismo.
Terry despertó de súbito.
—¡Los alemanes! —dijo Oliver para que reaccionara.
Entonces Terry se puso en pie de inmediato, despertando a Candy al mismo tiempo. Sólo contaban con diez minutos antes de que la redada de aviones nazis volara en el cielo de Stratford, así que debían moverse, salir todos de la casa y entrar al refugio.
—Rápido, tus hermanos —gritó un agitado Terry.
—Ya están bajando con Evelyn.
Terry corrió al pasillo con Candy tomada de la mano. En un movimiento audaz tomó él a Duncan en brazos.
—Lleva tú a Anne —le ordenó a Oliver.
El muchacho obediente bajo el primer tramo de las escaleras y en el descanso tomó a Anne sobre su espalda. En segundos, Terry contaba a sus hijos, y le recordaba a Candy encender un quinqué colocado en una mesa al lado de la puerta que daba al patio, y allí el refugio. Una habitación subterránea tipo Anderson, pero más amplia y alta, lo suficiente para que cupieran doce personas. Antes de entrar Terry miró en dirección a la cabaña, para su tranquilidad Mike y Martha con su pequeño hijo en brazos ya estaban cerca de él, dirigió su mirada al cielo, una mancha gris formada por un enjambre de aviones caza se dejaba ver teniendo al manto de estrellas como fondo. Malditos, pronunció acariciando la espalda de Duncan, que dormía en su hombro, y entró al sótano. Todos adentro se acomodaban uno muy junto al otro, Richard y Albert a cada costado de Candy, Oliver con Anne en su regazo, Evelyn sosteniendo el brazo de su padre, con Duncan en su hombro, Martha, Mike y el pequeño Michael.
Acomodados en silencio, sólo dejando oír sus respiraciones agitadas, Candy y Terry se miraban y sabían que tenían el mismo pensamiento, William, que estaba tan lejos de ellos, era la pertinaz preocupación durante las angustiantes horas en el refugio. Entonces ella estiraba una de sus manos y la estrechaba con la de él, y rezaba con los ojos cerrados, rogaba a Dios por su primogénito, y lo abrazaba en la distancia. Señor protégelo... repetía una y otra vez en su ensimismado ruego.
—Van a Birmingham los bastardos —aclaró Mike con su acento cockney aún más marcado, rompiendo el angustiante silencio.
—Sí —respondió lacónicamente Terry mientras acomodaba a Duncan sobre su regazo y lo besaba en la frente.
A Oliver se le hinchaba el pecho de rabia y resentimiento al ver los rostros desconcertados de sus hermanos, sintiendo como Anne se aferraba a él temblando, preguntando si habían regresado los malos. Sentía su pecho arder de ira, los nazis mostraban una brutalidad sin límites contra la población civil, un gran desprecio por la vida. Él también los despreciaba, y quería matarlos a todos con sus propias manos. Era muy doloroso para él ver a su familia sufrir así.
—Duerme, volvieron, pero aquí estamos a salvo, yo te cuido y papá nos cuida a todos Anne —y le daba un beso en la frente, sonriente disimulando su angustia.
Anne obedecía y pronto Oliver podía sentir como el cuerpo de su pequeña hermanita se relajaba y se entregaba al sueño.
Terry también podía sentir su cuerpo tenso, se dio cuenta de que tenía sujeto a Duncan con mucha fuerza, así que aflojó el agarre y lo acomodó sobre sus piernas. Veía los rostros asustados de Albert, y Richard. Sus hijos adolescentes estaban atrapados en algo superior a ellos, que no terminaban de comprender, ni que decir de Duncan y Anne que menos podían en su inocencia infantil comprender sobre la brutalidad de una guerra a la que eran totalmente ajenos. Experimentó una punzada de odio, que atravesaba su alma de palmo a palmo porque no soportaba verlos sufrir.
Evelyn, entretanto, se concentraba en pensar en las cosas que le daban placer, la brisa fresca y perfumada de la primavera chocando en su rostro cuando rodaba en su bicicleta por las calles del pueblo, en el camino desde la casa hasta el Memorial; la luz del sol bañándola a través de las copas de los árboles. También pensaba en Hans, tenía meses sin verlo, y las llamadas eran cada vez más esporádicas. El amor se estaba enfriando entre ellos, era el precio de la distancia y de los tiempos de guerra. Quizás Hans la estaba ya olvidando, pero ella lo recordaba con ternura, así como recordaba sus primeros besos, sus manos fuertes y a la vez tan delicadas, elevándola en un ensayo de la compañía de ballet. Olvidando que no estaba sola, suspiró. Su padre observó su sonrojo y sonrió, una sonrisa impostada.
Afuera encima de ellos, el crujido de los aviones enemigos continuaba como un manto abrazador invadiéndolo todo.
—Dan vuelta y regresan —reconvino Mike que escuchaba atento al sonido externo. —Es una tortura —agregó mirando a su hijo dormido en los brazos de su mujer.
Comenzaron a escucharse detonaciones, fuertes, un gran crujido ya no en el cielo sino en la tierra. Mike estaba seguro de que habían bombardeado no solo Birmingham sino algún pueblo cercano, quizás Warwick. Albert y Richard se aferraron a Candy, Oliver y Evelyn se tomaron de las manos. Viendo el terror en sus rostros como en ninguna otra noche, durante meses de bombardeos, Terry comenzó a hablar de bellos recuerdos, como una medida de distracción, habló y habló hasta que los muchachos conciliaron el sueño y se quedaron dormidos en el regazo de su madre. Les tomó hasta antes del amanecer volver a escuchar la alarma que les avisaba que el peligro había pasado y que podían volver a la casa. Habían pasado una de las noches más difíciles desde que iniciaron los ataques.
Candy no tuvo corazón para enviarlos a la escuela, acordó con Terry dejarlos descansar parte de la mañana, ahora sí en sus camas. A ella le bastó una ducha y una taza de café bien cargado para recuperarse de la angustiante noche, tenía pacientes que visitar, y también trabajo en la clínica. Oliver y Terry tampoco pudieron conciliar el sueño durante la mañana, ambos se sentaron en la cocina a desayunar mientras escuchaban el primer reporte del día de la BBC, uno en que no dieron muchos detalles de lo sucedido, tendrían que esperar hasta el reporte nacional de las nueve de la noche para saber sobre las zonas afectadas, y los daños causados. Mike regresó en ese momento con el periódico y los tres hombres se concentraban en leerlos, cuando sonó el teléfono de la casa. Oliver se levantó de súbito para caminar hasta el salón y contestar, deseando con todo su corazón que fuera su hermano mayor llamando desde Oxford.
—Ollie, soy William, ¿Todos están bien? —preguntó enseguida del otro lado de la línea.
—¡Hermano! ¿Estás bien? —preguntó apresurado —¡es Will papá! —gritó luego tapando el auricular con la mano, y volviendo a la conversación —nosotros estamos todos bien, pasamos la noche en el refugio.
Candy que había escuchado desde su habitación el teléfono sonar, salió de ella apresurada, casi corriendo bajó las escaleras con la misma velocidad que su corazón agitado y se acercó a Oliver, el chico entendió que su madre también quería oír la voz del joven.
—Will mamá está aquí, quiere hablarte.
Candy tomó el auricular, y con una sonrisa le preguntó si estaba bien, en ese minuto Terry también se había acercado a ellos, se quedó parado al lado de su esposa, sólo oyendo.
—Gracias a Dios, estás bien mi amor.
La conversación continuó unos segundos más hasta que se despidieron.
Aliviados por tener noticias de William todos volvieron a lo que estaban haciendo. Candy ya vestida con su uniforme, se unió a todos en la cocina para desayunar. Mike les daba cuenta de que todo en el pueblo estaba bien, y que los rumores hablaban de que habían bombardeado una importante parte de Birmingham, tal como él lo había predicho.
—Mira Terry, han ocupado casi por completo a Francia —dijo mientras extendía uno de los periódicos sobre la mesa.
—Y están a punto de dominar Grecia con ayuda de los italianos —agregó el actor.
—Pero nosotros resistiremos, Churchill no permitirá que nos invadan —resaltó Oliver con vehemencia.
Candy permanecía en silencio, los escuchaba a todos mientras revisaba su libreta de anotaciones, allí apuntaba todo lo que debía hacer en el día, las visitas pendientes, los tratamientos que seguían los pacientes bajo su cuidado. Terry le tomó de la mano y eso la obligó a verlo al rostro.
—Tú estás bien —pronunció solamente audible para ella.
—Sí, algo cansada, pero tengo mucho que hacer. No te preocupes por mí, ahora que Will llamó me siento más tranquila y con ánimos de trabajar.
—Te quedarás en la clínica o harás rondas —le preguntó Terry.
—Ambas, es decir, estaré un rato en la clínica, hay consulta infantil, y en la tarde visitaré a dos pacientes que necesitan curaciones. Tú qué harás, te quedarás en casa o irás al teatro.
—Iré al teatro después del almuerzo, y quizás vaya a visitar a Sir Archibald (Flower) al ayuntamiento, tengo cosas que hablar con él.
—Tengo que irme —Candy miró su reloj y comprobó que ya era hora de marcharse. Se acercó a Terry y lo abrazó por la espalda, dándole un beso en la mejilla. Luego se acercó a Oliver y le dio también un beso —adiós mi vida —le dijo al muchacho.
La noche anterior había sido de auténtica angustia y aunque Terry no lo demostraba, su cuerpo lo resentía, quedarse en casa y trabajar en su estudio esa mañana le sentaría bien, tenía mucho que hacer para la temporada de verano. Acababa de organizar y llevar a cabo con éxito la celebración conmemorativa de Shakespeare el mes anterior, un evento que reunió, a pesar de las vicisitudes de la guerra, a personas de distintos puntos de Inglaterra. Con estoicismo, los habitantes de Stratford mantuvieron viva la tradición que año a año se repetía para celebrar el aniversario del nacimiento de William Shakespeare, con actividades artísticas en sus calles, incluyendo la puesta en escena de una de sus obras en el Memorial Theatre.
Antes de retirarse a su estudio, le dio unas cuantas instrucciones a Oliver.
Un rato más tarde antes de abandonar la casa para ir al teatro, Oliver fue hasta el estudio para despedirse de su padre. Terry se encontraba en su sillón, con un guion en la mano. El muchacho se quedó parado en el umbral de la puerta, observándolo.
—Ah Ollie eres tú, pensé que ya te habías ido —mira —dijo extendiendo el guion para que Oliver lo tomará. Esto hizo que el chico entrara y se sentara frente a su padre. —Es el guion del que te hablé hace días, lo recuperé esa vez que fui a Nueva York. Es el libreto que se usa en Broadway.
—¡El Rey Lear papá! ¿Cuándo?
—Para el invierno. Sir Archibald y el Comité creen que aun con la guerra seguirán llegando turistas. Esta adaptación me gusta mucho, haré algunas revisiones, pero creo que trabajaremos con ella. La semana próxima tendré listo el libreto y tendrás que ir a Londres a reproducirlos. Y acabo de darte ventaja sobre los demás, la que yo nunca tuve, así que comienza a estudiar para las audiciones. Tenemos poco tiempo para el montaje. Estaba pensando en invitar a Lawrence y su compañía para que vengan a trabajar con nosotros, y logremos que el montaje de Romeo y Julieta sea todo un éxito en verano, necesitamos un Romeo, ahora que perdimos a John, qué opinas. Puede ser atractivo, el público lo quiere.
—Que él no querrá venir desde Londres a hacer un papel secundario, y tú acaso no vas a actuar, solo vas a dirigir.
—No, no me molesta sólo dirigir. Continuaremos fortaleciendo la compañía, seguiré entrevistando actores y continuaremos las audiciones para los papeles y comenzaremos el montaje en junio, trabajaremos en verano, los ensayos en septiembre. Mira, he preparado esta posible lista para los próximos dos años —Terry extendió una hoja escrita a mano.
—Julio César, La fierecilla domada, Hamlet, Las alegres comadres de Windsor, Noche de Reyes, Como gustéis —leyó Oliver con emoción en voz alta, mirando a su padre con una sonrisa. —Hamlet —suspiró —sabes que sería un sueño hacer Hamlet. Y quizás sería en verdad solo un sueño, pensó Oliver.
—Y qué pasará con la adaptación que haces de Dickens —indagó el muchacho.
—Haremos el montaje de Dickens para la próxima navidad, estrenaremos el Rey Lear en invierno. Tenemos mucho trabajo por delante, justo como me gusta —concluyó el actor poniéndose de pie y tomando a Oliver por un hombro.
—Es mucho trabajo.
—No te asustes, lo tengo todo muy bien pensado, todo saldrá bien. Lo importante es no decepcionar al comité que nos ha dado toda su confianza, ni al público con la calidad de nuestro trabajo artístico.
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Dear Terry: Nosotros en la tempestad
FanficTras el estallido de la guerra los Granchester se han asentado en una hermosa Cotswold Cottage en la ribera del río Avon en Stratford. Un sitio ideal para llevar una vida tranquila, pero es mayo de 1941, nadie en Inglaterra podía llevar una vida tra...