Capítulo 28

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Henry se sentó frente a su nueva máquina de escribir Remingnton portátil comprada en Madrid poco antes de abordar el barco con destino a Tánger. La mejor acompañante que pudiera tener en su viaje pensó apenas la probó en la tienda, estaba fascinado con ella, especialmente por su peso y tamaño, podía llevarla tanto sola en la mano como en su maleta, además le convenia mucho tenerla, cargar con ella afianzaba su aire de reportero americano. Todavía no amanecía, pero él no pudo dormir más allá de las cinco, se levantó en medio de la penumbra y caminó hasta el pequeño escritorio instalado frente a una de las ventanas del salón continuo a la habitación que compartía con Vera. Ahora Sara en su labor de espionaje. Ambos se habían presentado como esposos en Tánger, él un reportero americano y ella una amable ama de casa dedicada a la fotografía artística como pasatiempo. Allí se había quedado pensativo por unos minutos antes de tomar una hoja de papel en blanco y deslizarla por el rodillo de la máquina de escribir. Aún ni siquiera se asomaban las primeras luces del sol cuando comenzó a teclear, y escuchó a lo lejos, desde la mezquita, la llamada para el Fayr, (la oración del amanecer) la primera de las cinco oraciones diarias que realizan los musulmanes.

Henry trabajaba mañana, tarde y noche desde que había desembarcado en Tánger, recolectando información, observando cómo se desarrollaba la vida rutinaria, y que papel jugaba en el protectorado los personajes a los que se iba acercando poco a poco y a los que accedía sin mucha dificultad gracias a su condición de periodista yanqui. Vera lo acompañaba a todas partes, fotografiando sin levantar sospechas todo cuanto merecía la pena. Ambos lograron en poco tiempo moverse en un hábitat de negociaciones, intrigas y secretos, muy propio de una ciudad aparentemente neutral en tiempos de guerra.

Tánger era el centro de negocios, bohemia cultural y espionaje. En medio de ese escenario casi pictórico y literario Henry Dedlock (bajo su propio nombre) cumplía su primera misión para el servicio secreto británico, su objetivo era el de reconocer que papel jugaba cada actor en la escena "neutral" que aparentaba tener el gobierno franquista, saber quiénes espiaban y a quienes espiaban y ponerles rostro a las negociaciones que en contra de Gran Bretaña se llevarían a cabo en los siguientes días. Para lo cual infiltrarse en el círculo social que comenzaba a formarse en Tánger alrededor de los nazis era primordial.

Vera apareció en la habitación cerca de las siete de la mañana, con aire resuelto llena de glamour y desenvoltura, enfundada en su nueva imagen de mujer de mundo, y esposa de un prestigioso periodista neoyorkino.

—¿Trabajas tan temprano o le escribes a ella? —le preguntó apenas se adentró a la habitación.

—Trabajo Vera. ¿A dónde pasaste la noche? —dijo Henry con algo de hastío queriendo ignorar a propósito que ella se refería a Evelyn.

—¿Te importa? —preguntó ella con desenfado.

—No por lo que crees —dijo Henry aspirando el cigarrillo.

Vera se sentó en la mesa al lado de la máquina de escribir, cruzó sus piernas de manera sugerente quitándole el cigarrillo de la mano y subiendo su vestido dejando ver su silueta voluptuosa.

—Estaba con el francés que me sacó a bailar anoche.

—¿Te acostaste con el reportero de la Agencia Meurisse? Se supone que somos esposos Sara.

—Bueno soy una mujer abandonada que tiene una aventura con un colega de su esposo.

—Eres imposible —le reconvino Henry mientras aspiraba su cigarrillo.

—Ay querido Henry no sabes todo lo que un hombre está dispuesto a contar en la cama... —Le dijo acercándose peligrosamente a él acariciándole la nuca y coqueteando con las pestañas alargadas por la máscara.

Dear Terry: Nosotros en la tempestadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora