—¡Hermano! —Anne se levantó exultante dejando todo lo que estaba haciendo para recibir a William cuando el muchacho apareció en la estancia.
Le emoción de Anne al ver a William entrar al salón se escuchó hasta la cocina, y desde allí Candy dio pasos apresurados para ir a abrazar a su hijo que ya estaba rodeado por sus hermanos menores.
—Oh, mi cielo pensé que ya no vendrías.
—Mamá, dije que vendría el fin de semana. No pude venir más temprano, estaba muy ocupado.
—¡Bienvenido mi cielo! —volvió a hablar Candy con una sonrisa y acercándose al muchacho para darle un beso.
—¿Y mi padre? —preguntó después de abrazarla.
—Está en su estudio —respondió apresurada Anne, — Lee —aclaró después.
William alzó el rostro buscando confirmación de la respuesta de su hermana. En ese instante también se acercaron a él Albert y después Richard, los hermanos se dieron un abrazo y volvieron a lo que los ocupaba.
—¿Nos trajiste golosinas? —preguntó Duncan al tiempo.
—Sí, está en el estudio, tiene una nueva obra para primavera y ya comenzó a trabajar, lo de siempre —le confirmó su madre antes de que él pudiera contestarle a Duncan.
—Sí, Dun, están en mi maletín, por qué no las buscas con Anne, son chocolates, comparte con Richard y Albert.
William extendió su maletín hasta su hermano menor quien lo cogió abrazándolo a su pecho como si fuera el objeto más valioso del mundo y con una espléndida sonrisa pintada en los labios.
—No es necesario que traigas dulces cada vez que vengas a visitarnos —le reconvino Candy sin sonar molesta viendo como Duncan llevaba el maletín hasta uno de los sillones para rebuscar en el junto a Anne, y Richard veía la escena expectante a cierta distancia.
—Son mis hermanitos mamá, debo consentirlos —William se acercó a su madre y le dio un dulce beso en la frente. —Iré a ver a papá —dijo avanzando hacia el pasillo que conducía la estudio, pero antes se detuvo unos segundos y volvió a mirar la estancia recorriendo con su mirada cada rincón del lugar. —¿Mamá, a dónde está Ev?
—Está en su habitación, le diré a Anne que vaya a decirle que has llegado.
William se dio la vuelta y con pasos decididos continuó hasta el estudio de Terry. La puerta no estaba completamente cerrada, así que por el pequeño resquicio él se asomó antes de entrar, y pudo observar apenas la cabeza de su padre que estaba sentado en su sillón, se dio cuenta de que estaba tan absorto en lo que leía que posiblemente no escuchó el alboroto que se armó con su llegada. Entornó la puerta y dio unos pasos para adentrarse a la habitación que como siempre expedía olor a libros vestigios de tabaco porque su padre a veces fumaba un cigarrillo allí a solas, y a madera silvestre. Ese lugar, pensó William, tenía un agradable olor que identificaba perfectamente a su padre.
—Papá —dijo tímidamente antes de continuar caminando hacia él.
Terry se giró y le tomó unos pocos segundos saber que se trataba de William, al ver al chico rubio y alto soltó una risa de alegría genuina de felicidad, siempre era consolador tener la presencia del muchacho en casa. Se levantó sin pensarlo más y caminó hasta él abriendo sus brazos para recibirlo aún con el libro en la mano. Abrazó con fuerza palmeando su espalda y luego lo besó en la mejilla.
—¿Acabas de llegar? —preguntó viéndolo directamente al rostro.
—Sí, vine directo desde Oxford.
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Dear Terry: Nosotros en la tempestad
Fiksi PenggemarTras el estallido de la guerra los Granchester se han asentado en una hermosa Cotswold Cottage en la ribera del río Avon en Stratford. Un sitio ideal para llevar una vida tranquila, pero es mayo de 1941, nadie en Inglaterra podía llevar una vida tra...