Capítulo #7: Marcando territorio

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Adriano

Un sonido extraño me interrumpe de mi conversación con Donato. Me volteo y veo la puerta de mi armario entreabierta, la luz está apagada así que no veo nada dentro de la misma.

—¿Señor?—pregunta Donato al notar mi silencio repentino.

—Eh... Donato, luego te llamo, busca a la chica.

Cuelgo antes de que me dé respuesta y meto mi celular en el bolsillo de mi americana negra. No estoy loco, sé que escuché algo venir de ahí dentro.
¿Qué pasa si alguien se metió a robar? Me acerco con cautela a la puerta, asegurándome de no hacer ningún ruido, sea lo que sea, se puede espantar. A medida que me acerco un perfume muy familiar y dulce inunda mis fosas nasales. Toco el pomo de la puerta con una sensación muy extraña... ¿Podría ser...

—¡Adriano!—siento una voz femenina e irritante llamarme desde el pasillo y pego un brinco.

—Por favor, no grites tanto—le digo una vez me uno en el pasillo con ella.

—Estás muy guapo hoy—ronronea y me agarra de la americana. La aparto, no estoy de humor para su coqueteo.

—Ya, gracias.

—Podríamos quizás... ¿Ir a cenar esta noche?—lo dice un poco nerviosa.

—Genevieve—le digo sin saber cómo rechazarla y pone un dedo en mi boca.

—Lo sé—me interrumpe en voz baja—. Sé que no quieres una relación, pero llevamos un tiempo en esto, Adriano. Creo que va siendo hora de darnos un poco de formalidad.

—No lo sé—me limito a decir.

—Solo... solo piénsalo—se acerca y me besa en los labios antes de marcharse contoneándose con sus sonoros zapatos de tacón.

Me quedo de pie en el pasillo y miro al suelo suspirando. No quiero una relación con Genevieve. Me hizo daño hace mucho tiempo y aunque logré perdonarla, no es el tipo de persona que quiero. Después de Camille, necesitaba alguien en quién apoyarme y ella estaba allí, pero no significa nada para mí. Ya no, no después de Cami.Mi celular suena y veo en la pantalla que es Donato, estoy esperando información importante de él.

—¿Sí?—pregunto con voz ansiosa.

—Señor, está comprobado. La chica que busca, está aquí ahora mismo—informa y el corazón siento encogerse mi estómago de emoción.

Camille está aquí, ahora, en el mismo lugar que yo, bajo el mismo techo. Siento una necesidad enorme de verla otra vez.

—¿Dónde está?—pregunto intentando no sonar desesperado.

—Entró esta mañana y se unió al recorrido que hace Luciano con los becados—cuenta—. Se les vió por última vez en el salón de exposiciones.

—Gracias—sin decir más cuelgo y salgo caminando hacia el lugar con gran rapidez, en realidad, casi corriendo.

El lugar no es muy lejos de mi oficina, así que no tardo en llegar a la enorme sala llena de cuadros antiguos, pero está completamente vacía. Miro a mi alrededor. ¿Dónde está?Cálmate, Adriano. Me digo a mí mismo, pues estoy jadeando.

De repente recuerdo el olor tan peculiar que había en mi oficina, justo antes de que Genevieve me interrumpiera con sus ansias de compromiso.¿Habrá sido ella? No lo sé, ¿Podría?Esta vez, corro como un desquiciado hasta llegar a mi oficina y abro el armario. Al encender la luz, veo un solo pincel en el suelo. ¡Ajá! Lo sabía, no estaba loco, escuché algo. Es ella, tiene que ser, su embriagador olor es inconfundible para mí y está por todo este lugar. A pesar de los años que han pasado, se quedó plasmado en mi memoria y lo reconocería donde fuera.

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