Capítulo #18: Atropello

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Camille

Creí conocer cada parte de la personalidad de Adriano. Creí conocer cómo se comportaba en cada faceta. Sin embargo, me equivoqué, porque jamás había visto en sus ojos, el fuego infernal que desprenden al mirar a Chevalier bajando del auto.Aprieta su mandíbula tan fuerte, que juro puedo escuchar sus dientes casi romperse. Por un segundo, creo que es capa de matarlo si lo tuviera de frente. Cuando estoy a punto de suplicarle mantener la calma, él cierra sus ojos y al abrirlos tiene una expresión tan fría que me hace temblar de miedo.Comienza a caminar, cruza la calle con mucha calma. Al llegar al auto, Chevalier casi entra a si casa cuando Adriano lo llama.

—¡Martin!—grita, pero no de furia, sino que incluso parece feliz. Es increíble lo bien que actúa y se mantiene sereno después de lo que acaba de escuchar.

Camino detrás de él, aún asustada, pues tanta calma no hace más que resultarme sospechosa e inquietante. No me esperaba descubrir lo que escuché hoy. Martin... quién ha sido lo más cercano a una familia para Adriano. Su maestro, su amigo, su compañero. El reemplazo de su padre, en realidad, es el culpable de la muerte de ambos. Cortó los frenos del auto de Adriano, sabiendo lo que ocurriría, incluso a sabiendas de que él moriría.

—¡Adriano!—saluda este y se acerca a nosotros con una sonrisa. Es increíble como ahora no lo veo con los mismos ojos, veo al diablo frente a mí y su cinismo me desarma—. Entren, prepararé café—se brinda y se da la vuelta con intenciones de entrar.

—No hace falta—lo interrumpe Adriano—. En realidad solo venía a aclarar algo muy importante para mí—dice con calma.

—¿Qué pasa?—pregunta Martin sin entender nada.

—¿Sabes? Todo esto con el robo de fondos de la empresa, me hizo plantearme muchas cosas... acerca de ti y nuestra relación—se acerca a él con cautela y juro que Martin adopta una expresión de miedo palpable, cualquier rastro de su sonrisa ahora no existe.

—¿No creerás que fui yo, verdad? Adriano, sabes...

—Al principio no—lo interrumpe mi chico en voz alta—. Pero la duda quedó clavada en mi estómago, así que me colé en tu despacho—confiesa y se ríe un poco. Martin frunce el ceño—. Sí, lo hice. Pero nunca creí que me encontraría con todas las respuestas que estaba buscando.

Se quedan cara a cara, muy cerca. Martin traga en seco, tan fuerte, que Remi en la casa de enfrente debe haberlo escuchado. Yo solo observo, al margen de la situación y con una ansiedad enorme, al no saber cómo reaccionarán ninguno de lo dos.

—¿Qué encontraste?—logra decir, su voz más temblorosa que un flan.

—Primero, muchos papeles de propiedades caras, que confirman que me estuviste robando todo este tiempo—le cuenta y Martin niega con su cabeza.

—Adriano. Eso no... No es lo que parece—intenta excusarse con miedo, pero Adriano sigue hablando, como si no escuchara.

—Pero eso no fue lo que más me sorprendió—continúa con su monólogo, caminando de un lado a otro frente a Chevalier—. También encontré un sobre, con una llave—la expresión de Martin pasa del miedo al pánico en fracciones de segundos—. ¿Por qué tiene el nombre de mi padre? Pensé. Era muy extraño. Así que fui al lugar y me encontré con todos los cuadros de mi padre. De... mi... padre—se queda quieto una vez más delante de él y Martin abre y cierra la boca, sin saber qué decir—. ¿Por qué los tenías Martin?

—Porque... quería salvar su legado—miente y Adriano pierde toda la poca calma que había logrado mantener. Se abalanza sobre Martin y lo empotra sobre el auto con fuerza. Martin gruñe de dolor y yo salto del susto.

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