Capítulo #15: Un poco de paz

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Adriano

Toda mi vida he creído que no soy bien visto ante los ojos de cualquier fuerza superior que gobierne el mundo. Algunos lo llaman Dios, universo, energía... ¡cómo sea! nunca me ha servido para bien. Desde pequeño mi vida ha sido una caída en picada. La muerte de mis padres, mi etapa oscura como adolescente, mi relación con Genevieve que terminó en traición. El único momento en el que esta montaña rusa llamada mi vida ha alcanzado su mayor momento de subida, fue cuando conocí a Camille.

Parece que este Dios-universo-energía, ha decidido darme una tregua y por fin consigo un poco de paz en mi vida. Felicidad es una palabra, una palabra que para mí toma sentido en este preciso momento. Sentado en el bar de mi apartamento, mientras Camille cocina el desayuno para mí. Está tan guapa con su cabello en un intento de coleta, pues al estar tan corto, no logra contenerlo todo, así que se escapan algunos mechones que caen en su rostro. Trae puesta una de mis camisas blancas, que solo le cubre hasta la mitad del muslo. Me encanta que las use, su olor queda impregnado en ellas. Solo puedo mirarla con mi mano debajo de la barbilla, completa y absolutamente embobado.

—Preciosa y cocinera. ¿Qué más puedo pedir a este mundo?—bromeo mientras ella coloca un plato de huevos revueltos y un vaso de zumo de naranja sobre la mesa.

—Eres un adulador—comenta poniendo los ojos en blanco, pero sonríe y se limpia las manos mientras comienzo a comer lo que preparó.

—¿No vas a comer?—pregunto con la boca llena al ver que no se sirvió nada.

—No puedo, debo prepararme para ir a la Academia—dice y bebe un sorbo de mi zumo.

—Te esfuerzas demasiado, aún sabiendo que puedo favorecerte—me quejo. He insistido con este tema desde que regresamos a Italia, hace ya una semana. Pero se niega a dejarme ayudarla.

—Lo sé, pero no quiero tu favoritismo—concluye y se encoge de hombros.

—Lo de cabezota no se te quita aunque pasen los años—la pincho un poco y ella sonríe.

—Ni a tí lo de insistente—contraataca—. ¿Por qué no tienes prisa también? Se supone que un director no debe llegar tarde—me regaña.

—Si me hubieras dejado dormir algo, hubiera llegado más temprano—le recuerdo todo lo ocurrido anoche y se sonroja bajando la vista, con una pícara sonrisa—. Puedo llegar más tarde, dejé a Martin a cargo.

—¿Martin Chevalier?—pregunta asombrada, no sabía que trabaja aquí.

—Sí, es mi mano derecha en la empresa.

—¿No se supone que es pintor?

—Lo ha dejado de lado, no quiere decir por qué—me encojo de hombros—. Sin embargo, se le da bien la administración de fondos, así que me ha venido bien tenerlo cerca—le cuento mientras termino de comer.

—Bueno, debo ir a ducharme. No tengo ropa aquí, así que tendré que usar la misma de ayer—concluye de mala gana.

—¿Sabes? Si vivieras conmigo, no tendrías que pasar por eso—propongo sin mirarla. Cuando alzo la vista me observa con detenimiento y luego suspira.

—Adriano—me llama como si hablara con un niño—. Dijimos que iríamos despacio. Mudarme contigo, no es ir despacio.

—¿Por qué desperdiciar tanto tiempo? Esta puede ser nuestra vida todos los días—le hablo sonriendo ante la idea, nada me haría más feliz—. Por favor—suplico y ella me observa, clavando sus ojos en los míos.

—Me lo pensaré, ¿Vale?—concluye y sonrío de satisfacción, eso es bueno. Ella se acerca y deja un beso delicado en mis labios—. Nos vemos más tarde, amor—susurra y sube las escaleras mientras yo me quedo con una sonrisa estúpida al escucharla llamarme “amor”.

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