Capítulo #14: Dilema mental

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Camille

No puede ser. Todo este tiempo, estuve sintiéndome culpable por lo que le hice a Enzo. Él no se lo merecía y yo lo sabía, pero fui débil y egoísta. Encima del daño que le hice, daño del cual él aún no sabe nada, también tengo que ver como me pilla besándome con Adriano.

¡Gracias una vez más universo! Pienso con ironía. El universo en mi vida, siempre ha sido como cuando tienes una herida y cada uno de los golpes recaen sobre ella. El universo ha sido quien presiona la herida cada vez más y más, torturándome.Debería decir algo, no lo sé, pero en cambio, me quedo inmóvil y en silencio, aunque estoy gritando internamente. Enzo camina lentamente hacia nosotros, puedo ver sus ojos rojos y vidriosos, conteniendo lágrimas de dolor y rabia.

—Enzo—digo y me acerco un poco, con miedo a lo que pueda hacer en esta situación. Pero levanta su mano para que me calle y no siga, cerrando sus ojos.

—No quiero escuchar un “no es lo que parece”, Camille—me advierte en voz baja—. Porque a mí me pareció ver a mi novia besándose con su ex en nuestra sala de estar—añade, su voz más dura y solo puedo tragar en seco. No puedo replicar nada ante eso.

Adriano está a  mis espaldas, sereno, tranquilo, como si nada ocurriera. En el fondo agradezco que se mantenga al margen de la situación. No sé cómo reaccionaría Enzo si él se atreve a interceder.

—Lo siento—murmuro sin siquiera mirarlo, no puedo. Escucho sus risa sarcástica a los pocos segundos.

—¿Qué sientes? ¿Haberme mentido o haberme traicionado?—continúa con su ataque y lo aguanto, lo merezco—. Por lo que he visto, esto puede estar ocurriendo desde el momento en que llegaste a Italia. O quizás fue el motivo para que te marcharas desde un principio—comienza a sacar conclusiones precipitadas y lo freno.

—No, no. Las cosas no fueron así, Enzo—intento explicarle.

—Tiene razón—escucho la fría voz de Adriano y me volteo para mirarlo con los ojos muy abiertos. ¿Qué rayos está haciendo?—. Este beso no es lo único que ha pasado entre nosotros—confiesa y quiero matarlo en verdad.

—Adriano, para—le ordeno con voz fuerte, imponente.

—No, déjalo que siga. ¿Qué más ha ocurrido?—indaga Enzo y se acerca más a nosotros. Una lágrima corría por su mejilla, pero la secó con fuerza.

—Camille y yo nos hemos acostado—cuenta tan calmado.

Enzo libera el aire de sus pulmones en un alarido de dolor. Verlo así me está matando y ahora mismo odio a Adriano con todas mis fuerzas, más de lo que ya lo hacía. Quería que Enzo supiera esto bajo mis propios términos, no así, nada de esto está bien.

—¿Es cierto?—me pregunta él, mirando al suelo, su rostro rojo, como si estuviera conteniendo sus ganas de explotar.

—Sí—confieso con las lágrimas entre mis ojos, no puedo mentir ahora—. Lo siento mucho, te iba a contar pero...—digo esto acercándome a él, pero cuando mis manos tocan su antebrazo, lo empuja con furia.

—¡No me toques! ¡Eres una puta mentirosa!—grita descontrolado, sus ojos destilando fuego.

Siempre creí que Enzo era la persona más calmada y pacífica que había conocido en mi vida, pero hoy veo una faceta nueva de él. He sacado lo peor de sí y creo que nunca olvidaré cómo soy la causante de que una persona tan maravillosa como Enzo se comporte así. Lo he quebrado.

—¡No le hables así!—le devuelve el grito Adriano, que no se había movido de su sitio, pero ahora se acerca a Enzo y lo freno golpeando su pecho.

—¡Adriano, lárgate!—le ordeno y para en seco ante mi reacción.

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