Capítulo #16: La ciudad del amor

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Camille

Antes de regresar al mundo de la pintura, tenía miedo. Me aterraba la idea no ser la mitad de buena que era antes. Sin embargo, unos meses aquí en la Academia y siento como si nunca me hubiese alejado de ella. Mientras retoco mi nueva obra, Genevieve camina entre los caballetes de los demás. Al llegar al mío, hace un tipo de mueca y resopla. Me lleno de paciencia para no decir nada e ignorar sus gestos. Todo el tiempo se ha comportado así. Adriano dice que no la escuche o la mire, que solo está dolida y se siente inferior. Pero no será fácil hacerme la de la vista gorda cuando tengo que verla diario aquí, en la Academia, en mi salón. Escuchando como me critica a cada paso.Por suerte, su turno termina y Luciano entra en el salón para darnos una información. Al parecer, hay una especie de escala de puntuación a partir de hoy. Resulta que debemos diariamente presentar una obra de nuestro estilo a un tribunal de profesionales y ellos otorgarán puntos según la calidad del trabajo. En la tabla, están nuestros nombres y puntuación justo al lado. Todos empezamos desde cero evidentemente.
Salgo del salón un poco nerviosa. Esto siempre ha sido una competencia, pero ahora lo es oficialmente. Cuando el elevador se abre, toca la casualidad de que en él se encuentran Adriano y Genevieve. Al verme, ella camina fuera y yo me coloco al lado de Adriano.

—Después nos vemos, Adrianito—se despide con una sonrisa y un guiño, justo cuando las puertas del ascensor se cierran.

—¿Qué ha sido eso?—le pregunto a mi chico un poco molesta.

—¿Qué?—actúa como si no supiera de qué hablo.

—Eso de "Adrianito"—imito su aguda voz y él se ríe un poco, así que lo golpeo en el hombro—. No te burles.

—¿Estás celosa?—bromea y me acaricia los brazos suavemente—. Ya te dije que la ignores, ella no significa nada para mí—intenta calmarme, pero no funciona.

—A ti no. Pero a ella si le importas tú. Está claro que aún está babeando detrás de ti—le informo y se cruza de brazos.

—¿Sabes? Estoy teniendo un Deja Vu—comenta un poco risueño—. Pues recuerdo que hace unos años, esta conversación la tenía yo acerca de ti y tu mejor amigo. Me llamaste exagerado. ¿Puedo llamarte exagerada ahora?—me recuerda y río resoplando.

¿Cómo puede comparar estás dos situaciones? Está claro que Dean no es Genevieve.

—No, no puedes—respondo muy decidida y ambos salimos del ascensor al lobby, cruzando el mismo mientras discutimos en voz baja.

—¿Por qué?

—Porque no hay comparación. Dean jamás se propasó conmigo—le recuerdo—. Además, no puedo saber que todos los días te hace ojitos en el ascensor y te intenta seducir—añado mientras nos acercamos a su auto.

—A mí solo me seduces tú, amor—coquetea e intento contener mi sonrisa involuntaria ante sus palabras—. Pero hablaré con ella. Si no deja sus jueguitos, la despediré. Verás cómo no nos dirige la mirada—propone poniendo en marcha el auto.

—Eso estaría bien—comento más calmada, colocándome el cinturón.

En estos momentos nos dirigimos a cenar con sus abuelos y su hermana. Juliette está muy contenta con mi llegada. De hecho esta cena fue su idea. Por el contrario, sus abuelos no están del todo contentos con esta relación. Estuve ahí hace unos días y el trato no fue el más cortés. Si bien adoré a sus abuelos maternos, la difunta Louisa y el señor Herriot, odié a los paternos por su prepotencia. Sin embargo, son los abuelos de Adriano y tengo que sobrellevarlos. Pero eso no quiere decir que esté de buen humor.

—Oye, pásame unos documentos de la guantera que necesito mirar—me ordena mientras conduce y hago lo que dice. Es un sobre blanco, que pone París en grandes letras con un rotulador.

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