7| ꜰᴏʀᴍᴀɴᴅᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ ᴅᴇ ʟᴀ ᴠᴇʀᴅᴀᴅ

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Antes de irme a mi habitación a ver a las hermanitas de caridad, me dirijo a la cocina a pillar algo rápido para comer en la habitación. Voy a entrar pero, escucho la voz de la chacha y me paro para asomarme a la puerta a ver y escuchar todo.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —Le pregunta Fermín ofreciéndole algo que no veo del todo.

—Pues lo mismo que he hecho siempre, ir detrás de mi hijo. —Le responde la chacha.

Frunzo el ceño extrañada. Aquellos tres esconden algo.

—Iván no se merece un padre cómo él. - Jacinta también aporta algo en la conversación—. Pobre chico.

—Ese ni es su padre, es un demonio que lo compró. —María cierra los ojos dolorida.

Yo abro los ojos como platos y retrocedo unos pasos hacia atrás alucinada. Fermín se acerca a la puerta al verla moverse y me pilla en primer plano. Ahora si me paralizo de verdad, pero todos lo hacemos al igual. Me han pillado a mí y yo a ellos

—Naia, ¿qué haces tú aquí? —
Fermín intenta sonsacar algo al verse en apuros.

—¿Y ella que hace aquí? —Pregunto sabiendo que tengo el control de la situación.

—Naia por favor, no digas nada. —María me ruega asustada.

—Vuelve a tu habitación, por favor. —Jacinta intenta que me vaya pero, ya no tienen escapatoria en la situación.

—¿Para qué? Ya se que María es la madre de Iván. —Le planto cara—. Espera, ¿por eso fue que te vi el otro día? —Esa duda me aparece de repente.

—No... No tiene nada que ver. —Fermín se rasca la nuca—. Ya hablaremos eso otro día, ¿vale?

Yo le asiento desconfiada, claramente nunca me lo va a explicar y se perfectamente que trama algo del otro mundo. Este tío no está aquí solo para cocinar.

—¿Os visteis? No lo entiendo. —Jacinta se interesa.

—Jacinta, ¿por qué no dejamos el tema? —Fermín dice ya incómodo.

Me doy la vuelta para irme de la cocina, esta situación no tiene ni pies ni cabeza. ¿Como puede ser que me haya enterado de algo así?

—Recuerda que ahora formas parte la verdad. - Fermín se asegura.

—Naia, por favor déjamelo a mi. —Me dice María haciendo que me de otra vez la vuelta.

—Yo le asiento—. Pero recuerda, tu buscas a tu hijo y ese chico está pidiendo una madre a gritos. —Le echo una sonrisa forzada y esta vez si me voy.

Aún que toda la historia sea una locura, tampoco está tan mal, quiero decir, si Iván así es feliz y no tiene a un padre metiéndole palizas. Pero yo por mucho que lo piense nada ni nadie igualará jamás a mi madre, fue de las mejores personas que conoceré en mi vida.

Se me empieza a hacer tarde, ya no hay nadie en el pasillo, pero no por eso voy a mi habitación, sino al baño.

Me pase con la habitación sigilosamente para no despertar a las hermanitas de caridad y no sufrir con un amargado interrogatorio. Abro el segundo cajón de mi mesita de noche y saco una libreta con un boli, pero no una libreta cualquiera, me la regaló mi madre por mi cumpleaños y tiene un valor sentimental muy especial.

Al llegar, me siento en el suelo apoyada contra la pared del fondo y busco la página por la que iba. Releo todo lo escrito y muerdo la punta del boli mientras pienso y tarareo. Lo tengo, sigo escribiendo aquella letra de mi próxima canción, ya casi lo tengo y esta es de las más especiales.

Pero como siempre que escribo, acabo pensando en ella, en mi madre.

Recuerdo aquellos días anteriores a que se fuera. Papá volvía borracho a casa después de un día tras otro desaparecido. Mamá y él discutían sin parar como de costumbre y yo me llevaba a Izan a mi habitación, como siempre hacía para protegerlo. Sacaba la libreta del segundo cajón y buscaba la página temblando. Empezaba a cantar bajito cada palabra que había en ella y una vez que Izan me besaba la mejilla agotado, caía rendido en cuestión de segundos. Me tumbaba a su lado y él me abrazaba hasta dormirme. Recuerdo que cuando no lo hacía temblaba, pero él era como mi escudo protector y a día de hoy no ha dejado de serlo. Por eso los dos amamos la música, siempre ha sido un pilar fundamental en nuestras vidas.

A demás, también recuerdo las veces que solíamos salir a pasear los tres juntos: mamá, Izan con su bicicleta y yo. Mi hermano siempre se adelantaba con su bici y tenía que correr detrás de él para frenarlo. Antes de volver a casa parábamos un rato a la orilla de la playa y hablábamos los tres de cualquier tontería. Esos momentos eran únicos, valían oro.

Hasta que un día sin más desapareció, nos dejó sin saber nada de ella y todo se volvió un infierno peor.

Y ahí aprendí quién sería el único que estaría a mi lado en todo momento, mi hermano pequeño.

Dejo de recordar en cuanto Héctor entra al baño parándose frente de mí. Al verme llorando con lágrimas cayendo sobre mis mejillas, se sienta a mi lado en silencio.

—¿Qué te pasa? —Aparto la mirada cuando me pregunta—. ¿Es por Iván?

—No. —Cierro mi libreta de golpe.

—Será mejor que por hoy te vayas a dormir. —Me aconseja antes de levantarse—. Buenas noches Naia. —Me sonríe apenado y se va.

Yo me levanto tras él y también salgo hacia mi habitación. Meto la libreta bajo la almohada e intento conciliar el sueño con poco éxito, no paro de darle vueltas a todo: a recuerdos con mi madre, a mi hermano y sus siguientes preguntas, a mi primo Laian, y para colmo al secreto de María. Estoy on fire.

Después de horas trasnochando mientras miro el techo, las hermanitas de caridad se despiertan.

—¿Dónde estuviste a noche? No te vimos volver. —Carolina me pregunta sentándose en su cama.

—¿Qué más te da? ¿Acaso te importa? —Les doy la espalda borde.

Se cree que ahora me puede venir de buenas como si nada.

—Pues si nos importa la verdad. —Carolina se empieza a cansar.

—Ayer por la noche, mientras no estabas, estuvimos pensando en como te tratamos estos días y nos gustaría empezar de nuevo contigo. —Me sonríe Victoria tímidamente.

—¿Empezar de nuevo? —Frunzo el ceño incorporándome en la cama.

—Si, empezar de nuevo. —Me confirma esta vez su amiga.

Me levanto de mi casa, me acerco a ellas que seguido también se levantan y estiro mi brazo con la mano abierta.

—Encantada, soy Naia. —Les echo una sonrisa.

—Yo me llamo Carol. - Me estrecha la mano.

—Y yo soy Vicky. - La imita con una sonrisa.

—Oye, no se vosotras, pero me muero del hambre. —Cambio de tema y ellas se ríen.

—Sí, mejor bajamos ya que al final nos quedamos sin comer. —Carolina reacciona.

Nos preparamos y bajamos a desayunar.


09/6/23

𝐋𝐎𝐒 𝐆𝐀𝐋𝐕𝐀𝐍 - 𝙄𝙣𝙩𝙚𝙧𝙣𝙖𝙙𝙤 𝙇𝙖𝙜𝙪𝙣𝙖 𝙉𝙚𝙜𝙧𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora