𝟎𝟏𝟒

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-¿Acaso nunca consideraron mis sentimientos? ¿No se detuvieron a pensar que tal vez esto no es lo que yo quiero? -exclamé, mis ojos vidriosos reflejando la angustia que me embargaba mientras mi voz se quebraba con cada palabra. La desesperación era palpable en el aire.

Después de la angustiante escena en los aposentos de los soberanos, mi padre y madre habían solicitado hablar conmigo en privado. Nos encontramos en una de las habitaciones más apartadas del palacio, con las sombras de la tarde creando un ambiente opresivo.

-Hija, por favor, comprende. Es una orden directa del soberano; no tenemos otra opción -dijo mi padre, sus palabras eran suaves pero cargadas de un desespero contenible. Intentaba buscar las palabras adecuadas para consolarme, pero su rostro estaba lleno de preocupación y resignación.

-¿Pero alguna vez pensaron en mí? ¿En lo que yo deseo? -respondí, mi voz entrecortada y luchando por mantener la compostura. Mis lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas, mi dolor y confusión eran evidentes.

-Deberías estar agradecida. Cualquier mujer estaría dispuesta a matar por estar en tu lugar -añadió Yunet, mi madre, con un tono que trataba de ser consolador pero sonaba vacío. Su expresión era dura, y su mirada reflejaba una falta de empatía que me hirió profundamente.

-¿Y qué hay de Nefertari? ¿Cuándo planeas decirle que nunca se casará con Ramsés? ¿Cómo puedes alimentar sus ilusiones sabiendo que no se harán realidad? -exclamé, con resentimiento en mi tono, mi dolor intensificado por la injusticia de la situación.

Mi madre bajó la mirada, su rostro pálido y marcado por la preocupación. Finalmente, levantó la vista con una voz cargada de emoción contenida:

-Todavía tengo esperanzas de que el soberano se dé cuenta de que cometió un error al elegirte. Nefertari nació para ser reina, y tal vez, solo tal vez, las cosas cambien.

-¡Ya es suficiente, Yunet! Deberías estar orgullosa de tu hija, en lugar de lamentarte con cosas que no sucederán -reprendió mi padre, su tono lleno de frustración y exasperación hacia mi madre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras luchaba por encontrar consuelo en medio del caos que nos rodeaba. La angustia me envolvía, y finalmente pregunté con voz temblorosa:

-Padre, ¿qué pasará con Moisés?

Mi padre suspiró profundamente, su rostro grave mientras respondía con cautela:

-No lo sé, hija. Es posible que Moisés enfrente un juicio por intentar atentar contra la vida del heredero del trono.

Un escalofrío recorrió mi espalda, y un profundo sentimiento de culpa me invadió. Sentía que todo esto era mi culpa, que la tragedia se había desatado por mis acciones.

-Esto es todo por mi culpa -murmuré, dejando escapar un sollozo mientras me cubría el rostro con las manos.

Mi padre se acercó rápidamente, abrazándome con ternura mientras decía:

-No digas eso, Naliah. No es tu culpa. Con la ayuda de los dioses, encontraremos una solución. Todo saldrá bien, te lo prometo.

En ese momento, mi madre intervino con una mezcla de enfado y preocupación.

-¿Tú también estás enamorada de ese maldito hebreo? ¿No es cierto? -inquirió, su voz cargada de reproche y frustración.

-Él es mi amigo, madre, y solo estoy preocupada por su bienestar. Eso es todo -respondí, tratando de contener mi angustia mientras me apartaba un poco de mi padre.

Mi madre frunció el ceño, claramente disgustada por mi respuesta. Su mirada se volvió aún más dura.

-Por quien deberías estar preocupada es por tu futuro marido, quien está herido debido a tu amigo hebreo -replicó ella, enfocando su ira en la situación y señalando el daño que Moisés había causado a Ramsés.

𝑳𝑨𝑩𝒀𝑹𝑰𝑵𝑻𝑯-𝑴𝑶𝑰𝑺𝑬𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora