𝟎𝟒𝟖

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Moisés se acercó lentamente al marco de la puerta donde yo estaba de pie. La luz tenue de las lámparas de aceite del interior proyectaba su sombra alargada sobre el suelo de tierra, creando un contraste dramático con la oscuridad de la noche a mis espaldas. Sus ojos, profundos y penetrantes, se fijaron en los míos con una mezcla de curiosidad y cautela.

-Naliah-dijo suavemente, su voz apenas un susurro en la quietud de la noche .-Por favor, pasa.

Extendió su mano hacia mí, invitándome a entrar. El gesto, tan simple pero tan cargado de significado, hizo que mi corazón se acelerara. Estaba a punto de dar un paso adelante cuando sentí la mano de Ikenni en mi hombro.

-Mi señora-murmuró Ikenni, su voz llena de preocupación-Karoma y yo nos quedaremos aquí fuera. Estaremos vigilantes por si no necesita.

Asentí, agradecida por su lealtad y discreción. Moisés pareció entender la situación y dio un paso atrás, permitiéndome espacio para entrar.

Con un último vistazo a Ikenni y Karoma, que se posicionaron discretamente a ambos lados de la entrada, crucé el umbral. El contraste entre el fresco aire nocturno y la calidez del interior de la casa me envolvió de inmediato, junto con el aroma a incienso y hierbas secas.

Mientras Moisés cerraba la puerta, la mujer mayor se acercó a mí. Su rostro, surcado por arrugas que hablaban de años de sabiduría y sufrimiento, se iluminó con una sonrisa cálida.

-Es gusto conocerla finalmente-dijo, su voz suave pero firme-Soy Jocabed, la madre de Moisés.

Me sorprendió la familiaridad con la que me trataba, a pesar de mi estatus como esposa del faraón. Sus ojos, del mismo tono profundo que los de Moisés, me miraban con una mezcla de curiosidad y comprensión.

-Por favor-continuó Jocabed, haciendo un gesto hacia el centro de la modesta morada-tome asiento en nuestra mesa.

Mientras me acomodaba en el taburete, la mujer más joven que había visto antes se acercó. Sus ojos, del mismo tono profundo que los de Moisés, me miraban con una mezcla de curiosidad y reconocimiento.

-Soy Miriam.-dijo, su voz suave pero firme-La hermana de Moisés.

-Miriam-repetí, una sonrisa formándose en mis labios-Te recuerdo. Es un placer saber que eres la hermana de Moisés.

Vi cómo sus ojos se iluminaban con sorpresa y algo parecido al orgullo.

-Me honra que me recuerde, mi señora- respondió Miriam, inclinando ligeramente la cabeza.

Jocabed, que había estado observando nuestro intercambio, se acercó y puso una mano en el hombro de su hija.

-Miriam, hija-dijo suavemente-Creo que deberíamos dejarlos solos. Tienen mucho de qué discutir.

Miriam asintió, lanzándome una última mirada curiosa antes de seguir a su madre hacia otra parte de la casa. El sonido de sus pasos se desvaneció, dejándonos a Moisés y a mí solos en un silencio cargado de tensión.

Moisés se sentó al lado mío ,sus ojos fijos en los míos. La luz tenue de las lámparas de aceite jugaba con las sombras en su rostro, acentuando la fuerza y la determinación que emanaba de él.

-Naliah -comenzó, su voz baja y grave-¿Qué te ha traído aquí esta noche? Debes saber que corres un gran riesgo al venir.

Tomé una respiración profunda, sintiendo el peso de las palabras que estaba a punto de pronunciar. Los ojos de Moisés, intensos y expectantes, no se apartaban de los míos.

-Sé el riesgo que he tomado al venir aquí esta noche. Sé lo peligroso que es para ambos. Pero...-hice una pausa, buscando las palabras correctas.-había deseado desde hace mucho tiempo poder conversar contigo así, lejos del palacio.

𝑳𝑨𝑩𝒀𝑹𝑰𝑵𝑻𝑯-𝑴𝑶𝑰𝑺𝑬𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora