𝟎𝟑𝟓

664 81 9
                                    

La noche había caído sobre el palacio, envolviendo los aposentos reales en una penumbra apenas iluminada por el tenue resplandor de las lámparas de aceite. Me encontraba de pie junto a la ventana, observando la ciudad dormida, mis dedos trazando distraídamente los intrincados diseños tallados en el marco de piedra. El aire estaba cargado de tensión, las palabras no dichas flotando entre Ramsés y yo como una nube oscura y amenazante.

Escuché los pasos de Ramsés antes de verlo. Su reflejo apareció en el pulido espejo de bronce junto a la ventana, su figura imponente recortada contra la luz del pasillo. Por un momento, se quedó inmóvil en el umbral, como si dudara en acercarse. Finalmente, con un suspiro profundo que pareció cargar el peso de todos sus años, avanzó hacia mí.

-Naliah-comenzó, su voz más suave de lo que la había escuchado en años.-Necesitamos hablar.

Me gire para verlo.-¿Ahora quieres hablar, Ramsés? Después de todos estos años de silencio y resentimiento.

-Sé que he cometido errores, Naliah. Errores imperdonables, perdóname.-habló mientras se acercaba.

Mientras hablaba, mis manos se cerraron en puños, las uñas clavándose en mis palmas. La ira que había reprimido durante tanto tiempo amenazaba con desbordarse.

Solté una risa amarga.-¿Perdón? ¿Crees que unas simples palabras pueden borrar años de humillación? ¿De ver a mi propia hermana llevando a tu hijo en su vientre?

-Fui un necio, Naliah,-admitió Ramsés, su voz quebrándose.- Te culpé por no darme un heredero, cuando la verdad es que fui yo quien falló. Fui yo quien buscó en los brazos de otra lo que creía que me faltaba.

-No hables de fallos, Ramsés,-espeté.-Hablemos de elecciones. Elegiste traicionarme. Elegiste enviar a Nefertari lejos, separando a una madre de su hijo.

Ramsés bajó la cabeza, la culpa visible en cada línea de su rostro.-Lo sé, y lo lamento profundamente. Pero te amo, Naliah.

Esas palabras, que en otro tiempo podrían haberme conmovido, ahora solo avivaron mi ira. Solté una risa amarga, el sonido resonando en la habitación como un latigazo.

-¿Amor? No te atrevas a hablar de amor. No tienes idea de lo que significa esa palabra-Vi el dolor en sus ojos, pero no me detuve. Años de resentimiento finalmente encontraban su salida.

Ramsés intentó tomar mis manos, pero las aparté bruscamente.

-Déjame decirte algo, Ramsés. No te amo. Nunca te he amado. Cada momento que he pasado a tu lado ha sido un acto, una representación para mantener la estabilidad de este reino que tanto amas.

Ramsés retrocedió como si lo hubiera golpeado físicamente.-Naliah, no puedes hablar en serio. Hemos compartido tanto...

-Hemos compartido mentiras y decepciones,-lo interrumpí.-A partir de ahora, las cosas cambiarán. Seguiré siendo tu Gran Esposa Real por deber, nada más.

De repente, la expresión de Ramsés cambió, una mezcla de ira y celos oscureciendo sus facciones.-¿Es por Moisés, verdad?

-No metas a Moisés en esto.-advertí, mi voz temblando ligeramente.

-¿Por qué no?,-gruñó Ramsés.-Él siempre estuvo ahí, teniendo tu afecto. Incluso después de que se fue, su fantasma permaneció entre nosotros.

No pude contenerme más. Mi mano se movió por voluntad propia, la bofetada resonando. Ramsés se tambaleó, llevándose una mano a la mejilla.

-Moisés era un hombre honorable,-respondí, lágrimas corriendo por mis mejillas.-Algo que tú nunca entenderás.

Ramsés se acercó, su rostro contorsionado por la ira y los celos.-¿Honorable? ¿El hombre que abandonó Egipto, que te abandonó a ti? Al menos yo siempre estuve aquí, Naliah.

𝑳𝑨𝑩𝒀𝑹𝑰𝑵𝑻𝑯-𝑴𝑶𝑰𝑺𝑬𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora