Inko y Mitsuki son mejores amigas que anhelan tener hijos a la misma vez y juntarlos cuando crezcan. Sus deseos se hicieron realidad cuando quedaron embarazadas casi a la misma vez.
Gracias a ese milagro, nació Izuku Midoriya y Katsuki Bakugo, sus ú...
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Ya no tenían nada más que decirse, eso estaba más que claro.
—Feliz maldito cumpleaños, Deku. — felicitó, y con ello, se marchó.
Izuku lo volteó a ver. Katsuki fue el último en felicitarlo, aunque... Lo haya maldecido al hacerlo. Sus labios estaban secos, su vista se estaba volviendo borrosa.
No ahora...
Intentó detener sus lágrimas que brotaban sin control y sin sentido. ¿O sí?
—Kacchan...
Él iba a quedarse allí, tratando de calmarse para ver a la cara a Shoto. Pero en eso, sus padres llegaron. Habían escuchado la discusión del menor con el mayor, yendo sin preguntarle a su hijo sobre lo ocurrido. Sabiendo que, para el pecoso era un tema vago...
—Izuku, tranquilo...
—Ma... Mamá...
La mujer abrazó a su hijo y le susurró un par de cosas para tranquilizarlo mientras Toshinori, el padre, observaba por el rabillo del ojo la figura del joven Shoto.
El heterocromático se encontraba de pie, en la entrada de la habitación mientras apretaba con fuerza el asa de la bolsa. Sin decir una palabra, sin nada, solo observando como todo se había desarrollado a sus espaldas. Claro, esto solo lo notó el hombre mayor.
—«Joven Shoto... » — el padre de Izuku susurró en su mente, contemplando el rostro desconcertado del menor.
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Katsuki ingresó a su vivienda, el eco de sus pasos resonando en la quietud de la noche. Al prender el interruptor de luz, el brillo frío inunda la estancia vacía. Sin pensar, se deja caer en el sofá, su cuerpo pesado, sus pensamientos más aún. Un torbellino de emociones se agita en su interior: el deseo de algo que no puede alcanzar, el odio hacia lo que ha perdido, el fastidio de su propia impotencia, y la tristeza de un vacío que no logra llenar. Cada sentimiento se mezcla, y va como rueda hacia una persona.
