Dieciséis

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Kazuha estaba sentada junto a Chaewon en el hospital, disfrutando de su compañía en la tranquila mañana de miércoles, ya que el horario de la universidad de la menor había cambiado. El ambiente era sereno, y ambas compartían conversaciones banales para distraerse.

Los ojos de la mayor reflejaban una mezcla de gratitud y tristeza. Sabía que debía aprovechar ese momento para revelar la verdad a Kazuha.

—Zuha, hay algo que quiero contarte.—Antes de que pudiera continuar, un escalofrío recorrió su cuerpo seguido de una serie de convulsiones. Kazuha, alarmada, rápidamente llamó a los médicos y trató de mantener la calma.

—¿¡Chaewon!? ¿Qué sucede? ¡Por favor, alguien ayúdela!

Los doctores y las enfermeras llegaron rápidamente, rodeandola y llevándola fuera de la sala sin dar explicaciones a la japonesa. Su corazón se aceleró, y la preocupación se apoderó de ella.

—¡Esperen! ¿Qué está pasando? ¡Díganme qué le sucede!—hablo con una voz temblorosa.

—Por favor, manténgase tranquila. Estamos atendiendo a la paciente en este momento. Le daremos un informe detallado lo antes posible.

La castaña se sentó en una silla cercana, sintiendo una mezcla de miedo y angustia. Su mente se llenó de preguntas sin respuesta, pero se obligó a confiar en el equipo médico y esperar noticias. El tiempo pareció pasar lentamente mientras permanecía allí, en un estado de incertidumbre, cada minuto se sentía como una eternidad, y la preocupación por Chaewon aumentaba con cada latido de su corazón.

Finalmente, el médico regresó a la sala y se acercó con seriedad en su rostro.

—Necesitamos hablar. Ha sido un momento difícil para la paciente, y siento mucho tener que decirle esto.

—¿Qué sucede? ¿Cómo está Chaewon?—dijo con la voz entrecortada.

—La señorita Kim tiene un tumor cerebral. Fue diagnosticado hace algún tiempo, y ella misma me pidió que no se lo dijera. Lamentablemente, el tumor ha progresado y no hay forma de que pueda curarse.

En ese momento sintió como si el suelo se abriera bajo sus pies, dejándola caer en un abismo de dolor. El dolor se apoderó de su pecho, como si un puñal afilado se clavara en su corazón una y otra vez. El miedo y la impotencia la envolvieron haciendo que su respiración se volviera entrecortada y dificultosa. Una sensación de angustia la invadió, sus pensamientos se convirtieron en un torbellino caótico de preguntas sin respuesta.

La tristeza que inundó su ser era abrumadora. Se sintió desgarrada por dentro, como si algo vital le fuera arrebatado sin piedad. El peso del sufrimiento aplastaba su espíritu, haciéndola sentir frágil e indefensa frente a la cruel realidad de la enfermedad de Chaewon.

Cada célula de su cuerpo parecía estar sumergida en un mar de desolación. Sus manos temblaban, buscando desesperadamente algo a lo que aferrarse, algo que pudiera ofrecer un destello de esperanza en medio de la oscuridad abrumadora.

Pero no había respuestas, solo un horizonte sombrío y desconocido que se extendía frente a ella. El dolor se volvió tangible, palpitante, como una herida abierta que se negaba a sanar. Cada latido del corazón era una punzada aguda, un recordatorio constante de la inminente pérdida que les esperaba.

Aunque el dolor la consumía, Kazuha estaba dispuesta a enfrentar lo que viniera.

—¿Un tumor? ¿Cómo es posible? ¿Por qué Chaewon no me lo dijo?

—Ella no quería que se preocupara. Tomó la decisión de enfrentar esta batalla en silencio, pero eso no significa que esté sola. Estamos brindándole todo el cuidado y tratamiento que podemos, pero debemos ser realistas sobre las limitaciones de la medicina.

Unbreakable | PurinzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora