La suave melodía inundaba mis oídos. Toqué mis labios por milésima vez rememorando aquella exquisita sensación de los labios de Aaiden unidos a los míos en un beso brusco, pero en perfecta sincronía. ¿Cómo lo miraría a la cara sin evitar que mis mejillas ardiesen? ¿Cómo lograría que mis ojos no se fijasen en su boca?Brinqué cuando una mano despegó los iPods de mis orejas.
— Hola — sonrió —. Veo que estás despierta.
Tragué grueso viéndole allí.
— ¿Qué haces aquí, Aaiden? — miré el reloj en mi pared y me sorprendí de lo tarde que era —. Son las 4:30 A.M. ¿Qué haces aquí?
— Pues pregúntale a tu hermana que me ha despertado, bonita.
Fruncí el entrecejo. Me levanté de la cama y no pude creer lo que vi: fuera de mi ventana se encontraba una muy arreglada Alaia sonriendo tímidamente y gesticulando un: <<¿Puedes abrirme la puerta?>>
Salí de mi habitación a paso rápido seguida de un silencioso Aaiden, se lo agradecía. Abrí la puerta de casa y tiré de una muy avergonzada Alaia.
— ¿Cuál es la maldita excusa, Alaia? — inquirí.
Se acercó a mi oído y me susurró:
— Juro que te lo contaré todo antes del almuerzo, lo juro, Laia.
Antes de que pudiera articular palabra, la muy cabrona corrió hacia su habitación y se encerró. Giré hacia Aaiden molesta.
— ¿Y tú qué demonios haces despierto?
— Uuh. Bájale dos rayitas, que no estoy involucrado.
Arqueé una ceja.
— Bien, iré a una feria — contestó.
Quedé de piedra ante tal aclaración.
— ¡¿A una feria a las 4 de la...?!
Su mano tapó mi boca impidiéndome seguir. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo debido a sus manos en mis labios otra vez.
— ¿Te quedas o vienes?
— ¿Estás loco? En primer lugar, ¡es peligroso! En segundo, ¡no tienes auto! Y en tercero, estoy cruelmente castigada.
— Y ahí es donde entra la diversión.
El tonto este tiró de mi hasta mi habitación donde tomó el primer suéter que encontró. Atravesamos el pasillo saliendo de casa, Aaiden sumamente feliz y yo con el corazón en un puño.
— Aaiden, no creo que sea la mejor...
— Shhhh... — siseó con los labios.
— Déjate de tonterías y...
— Shhhh...
— ¡Que te dejes de...!
— ¿Puedes callarte y apreciar el Citroën DS que está en la cera?
Quedé muda al escuchar lo que acababa de decir. No me la creo...
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Mi cliché de verano.
Ficção AdolescenteY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...