Días después.
— ¡Muevan! ¡Muevan todo!
Los gritos de Maia retumbaron en mis orejas. Los trabajadores movían de un lugar a otro las mesas, los arreglos florares y cada uno de los aperitivos.
— ¿Y dónde está tú novio? — cuestionó Alaia.
Una sonrisa se expandió por todo mi rostro.
— Está con sus hermanos.
Terminé de acomodar los últimos detalles de la pista de baile y me acosté sobre la hierba. Habían sido unas días difíciles para Aaiden, quien iba y venía de juicios y reuniones privadas con los abogados de sus padres. Todo acerca del divorcio de sus padres, la custodia de sus hermanos y la beca universitaria, lo agobiaba. Y yo le entendía.
La forma tan genuina en la que se preocupaba por sus hermanos era una muestra de amor sincera. Notaba que estaba preocupado porque la universidad que le asignara su internado le quedara demasiado lejos de sus hermanos.
Por otro lado, por lo que el me decía y lo que yo escuchaba tras la puerta de la sala de juicios, su padre tenía todas las de ganar. El señor Lucius, el padre de Aaiden, era un hombre honesto, quien sacrificó su vida por su familia y negocio, casándose con una mujer a la que no amaba. Aún así, trató de respetarla y, aunque en el fondo no sentía nada por su esposa, había demostrado amar a sus hijos.
Al comparar mi vida con la de Aaiden, supe que yo no hubiera aguantado estar encerrada en un internado como lo estuvo él. Con pocas vacaciones, sin género femenino a su alrededor y con una exigencia académica escalofriante. Yo agradecía estar en una escuela normal y corriente.
Me sentía orgullosa de él. Porque aprovechó al máximo todo lo bueno que le ofrecieron sus padres y la institución. Estando tan solo supo atrapar unos valores asombrosos. Y su respeto hacia los demás era indiscutible.
Deseaba que obtuviese esa beca. Así podría estudiar lo que siempre soñó y demostrarle a su familia que lo nuevo no siempre tenía que ser malo, que aunque tuviese toda la pinta de ser riesgoso, nunca descubriríamos los encantos de la vida si no nos arriesgásemos de vez en cuando.
«────── « ⋅ʚ♡ɞ⋅ » ──────»
Planché con mis manos la camiseta color rojo desteñida y me aseguré de que el sombrero estuviera en su lugar. Comenzaba a mirar a todos lados, en busca de un alto rubio de ojos azules. La fiesta de Maia se llevaba a cabo exitosamente. La festejada bailaba en medio de la pista: llevaba un vestido floreado junto a una tiara con un 18 en el centro.
Observarla solo me recordaba que se iría. Que tendría que acostumbrarme a su ausencia en casa, en la escuela, en las salidas de finde. Pero mi lado egoísta no opacaba el gran orgullo que sentía por mi hermana mayor. Yo fui testigo de todo su esfuerzo y sacrificio tanto en lo académico, como en lo personal. Deseaba que todas sus sueños se cumplieran al pie de la letra.
— ¿Bailas?
Una muy tomada Alai me arrastró a la pista con estilo vintage. Fui obligada a bailar música clásica por varios minutos hasta que noté la presencia de Kylie. No dudé en emparejarlas y salir corriendo hacia la entrada del lugar, que tenía bastante pinta de ser un bosque si no estuviese rodeado de flores rosas por doquier.
Tras varios segundos recostada al auto de mis padres, el alivio recorrió mi cuerpo cuando lo vi y que guapo estaba: un pantalón clásico de color oscuro se ajustaba a sus tonificadas piernas junto a una camiseta color blanca y un sombrero clásico.
¿Era posible derretirme con tan solo esa imagen?
— Bonita — me saludó con un beso en mi mejilla.
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Mi cliché de verano.
Teen FictionY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...