Cap. 8: el secreto de Dalton.

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Estoy bastante emocionada — Lidya, mi madre, suspiró. Me imaginé que su mente viajó a posibles escenarios de la esperada noche —. Es que es todo un sueño. Todos los turistas/ vacacionistas de los hoteles hablaban sin cesar de un cine en nuestras instalaciones.

Sebastián, mi padre, apretó su mano mientras los demás comíamos en la mesa de picnic, pero muy atentos a sus palabras.

— Por esa misma razón, esta noche la inauguración tiene que ser sumamente formal y apreciable. Espero estén listos a la hora acordada.

Todos asentimos y terminamos nuestros platos. Me encargué de todo lo utilizado en la cocina. Luego de que mis padres se dirigieran al trabajo y mis hermanas a sus respectivas habitaciones, yo me dirigí a la habitación de Aaiden.

No fue sorpresa que con el paso de los días nos hubiéramos acercado más, aunque fuera tocando temas superficiales, una gran aura de confianza e intimidad empezaba a hacer presencia a nuestro alrededor. Era entusiasmante montar bici en las tardes o ver películas reunidos en la terraza.

Esperé pacientemente a que me abriera la puerta.

— Hey — saludé yo.

Él me regaló una sonrisa que claramente no le llegó a los ojos. Se apartó permitiéndome el paso. Al sentarnos en su cama, le planté un dulce beso en su mejilla izquierda y murmuré:

— Sabes que puedes hablar conmigo, ¿no?

Aaiden ladeó su cabeza y frotó los ojos.

— No he dormido bien. Para sumarle tengo que visitar a una amiga de mi madre en menos de una hora, y me es muy incómodo visitarla sin mi madre.

Asentí procesando sus palabras.

— ¿A qué hora crees que te has dormido?

— Ni siquiera sé si he dormido en realidad.

Tiré de su cabeza hasta posicionarla en mi hombro acariciando su suave cabello rubio.

— ¿Por qué se te es incómodo visitar a aquella mujer? ¿Acaso no te agrada?

Él cerró los ojos pasando sus brazos por mi cintura hasta hundir su nariz en mi cuello. Sentí un escalofrío recorrerme, no lo aparté.

— No es eso, es que... No me apetece hablar de esto ahora. Solo necesito silencio.

Lo entendí. Seguí acariciando su cabello sintiendo su agitada respiración volver a la normalidad hasta que llegó la hora de marcharse.

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— ¡No tengo idea de que ponerme! — gritó Maia rebuscando intensamente en mi closet.

Me hice de oídos sordos al pasar por su lado y dirigirme al baño. Por otro lado, Alai descansaba en el mueble lista con un conjunto de brillantina color plateado.

— ¿A dónde tan atrevida? — ataqué.

— ¿A dónde tan retrasada? — contraatacó.

Reí sintiendo como ella me pisaba los talones.

— ¿A caso deseas verme en pelotas?

— Como si ni te hubiera visto todo — expuso.

Cerró la puerta tras de mi en tanto yo pasaba la segunda puerta del baño camino a la regadera para ducharme lo más rápido posible. Tenía el tiempo encima por quedarme el resto de la tarde pensando en la habitación del rubio con un libro en mano.

Mi cliché de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora