POV: Laia.
— ¿En qué estabas pensando? ¡Podías haberlo matado! Esto es inaceptable, Laia. ¿Qué te ha pasado por la cabeza?
Intenté abrir la boca. Intenté.
— No me interrumpas. No está para nada bien lo que ese idiota te dijo. Empero, es inigualable tu respuesta a dicho comentario. No pienses que saldrás de casa por toda esta semana. Entrégame tu teléfono, encárgate de cada uno de los quehaceres del hogar y medita si nosotros estamos criando a una asesina.
Me hundí en el sillón a más no poder y desvíe la vista hacia el suelo. Me dolió en gran manera la forma en la que mi madre se dirigió hacia mi y me molestó que todo eso lo hubiera dicho en presencia de mis hermanas y de Aaiden.
Cuando mi madre se fue, evité a toda costa cualquier contacto de los demás encerrándome en mi habitación.
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Una hora y media más tarde, salí con sigilo de mi habitación atravesando el pasillo. Observé parte de la sala y creí que no había nadie. Cuando saqué mi cuerpo completo noté que me había equivocado.
En una esquina de la sala Aaiden intentaba jugar aquel odioso juego de la araña. No lo lograría, era imposible. Lo ignoré con vergüenza cuando clavó sus ojos en mi. Vergüenza por la horrorosa situación de la que me salvó anoche y vergüenza por recordar cómo estuve apunto de besarle y él se apartó. Estaba claro que el no querría nada con alguien como yo.
Empecé a lavar los platos sucios cuando el entró a la cocina y preguntó:
— ¿Te molesta que te ayude?
— Sí — respondí.
Aaiden no le tomó importancia a mi respuesta: agarró los platos y los enjuagó como si alguien le hubiese dicho que lo hiciera. Varios minutos transcurrieron en completo silencio hasta que exploté debido a la tonta sonrisa que él llevaba plantada en el rostro.
— Sé que no estuvo bien intentar ahogar ese chico. Sé que la impresión que di fue la de una sociópata. Pero no tolero la forma en la que ese chico se dirigió hacia mi. Y sé que la violencia nunca será la mejor forma, me arrepiento, ¿vale?
Respiré hondo y proseguí:
— ¡Maia ha hecho cosas peores y yo nunca se las he contado a mamá! ¿Y a la primera que hago le va con el chisme a mis padres? Me las pagará y tú — lo señalé mientras el seguía lavando los platos, me acerqué a él hasta acorralarlo poniendo mis manos con jabón a ambos lados de su cadera —. Me vas a ayudar.
— ¿Por qué tendría yo que hacer eso?
Su voz gruesa me distrajo. De un momento, a otro los papeles cambiaron y ahora era yo la que estaba acorralada. Sentí mis nervios florecer sin poder evitar que mis ojos hicieran el recorrido que tanto anhelaban realizar por sus labios.
— Me la debes — susurré mirando cualquier cosa que pudiese ayudarme a escapar de esa situación.
— ¿Podrías recordarme de qué, Laia?
Ignoré lo bien que se escuchaba mi nombre saliendo de su boca y me permití detallarlo: su rubio cabello apuntaba en todas las direcciones posibles. Tenía las pestañas más largas que hubiese visto jamás, añadiéndole a eso unas claras cejas pobladas. Un azul profundo me devolvía la mirada con las pupilas parcialmente dilatadas.
Ahogué un chillido cuando elevó mi cuerpo subiéndome a la encimera. Mis piernas quedaron abiertas con Aaiden en el mismo centro.
— Tú... — empecé —. Me molestaste desde el día en que llegaste. Me has llamado Rapunzel desde entonces y...
— Aún me sorprende lo ágil que eres con la sartén — sus palabras acompañadas de una suave risa me descolocaron.
Mordí mi labio inferior con fuerza controlando el reflejo de...
— Por favor, Laia, no hagas que entre las manos al fuego por ti.
Mi respiración falló al sentir sus suaves dedos desatar mi labio inferior de entre mis dientes. Mi pulso se aceleró y mis ojos no querían dejar de detallar sus finos labios. Acerqué mi rostro al suyo sintiendo lo cálido de su respirar. ¿Qué estábamos haciendo?
— Aaiden, yo...
Solo bastó un ligero roce de sus labios con los míos para silenciar mis palabras. Una chispa se disparó dentro de mi. Una chispa que no quise apaciguar.
Tiré de su camiseta con fuerza sintiendo al fin lo húmedo de su boca. Nuestros labios se fundieron en un beso suave e inofensivo que no hizo más que acelerar mis latidos. Sus manos viajaron hacia la cara externa de mis muslos y entendí que no lo quería controlar más:
Pasé mis manos por su cuello y tomé la decisión de acelerar el beso. Sentí que con cada roce feroz que nuestros labios tenían, el calor en aquella cocina subía más y más. Tiré de su cabello en tanto sus manos recorrían mi espalda al mismo tiempo que nuestras lenguas se encontraron.
Toqué su lengua con timidez pidiendo permiso para adentrarla en su boca. Aceptó con gusto y pasó su lengua por mis labios robándome un jadeo. Volvió a unir nuestros labios en una forma brusca. Aaiden besaba como nunca nadie me había besado jamás de los jamases. Fue inexplicable aquella sensación que me provocaba su lengua al recorrer cada detalle de mi boca, a la vez que su mano subía y bajaba por mi espina dorsal y...
Chillé al sentir un líquido húmedo extenderse por mi trasero. Giré la cara y, velozmente, cerré la llave del agua que amenazaba con inundar gran parte de la cocina. Abrí los ojos como platos al mirarle los labios rojos e hinchados a la persona que tenía en frente.
— Yo...
Un suave beso me interrumpió logrando que mis mejillas, orejas y hasta mis manos se enrojecieran. Cómo si no fuera suficiente, Aaiden pasó un mechón de mi desordenado cabello tras mi oreja y dijo:
— Buscaré el trapeador. No tienes que hablar ahora de lo qué pasó.
Y sin más, corrí a encerrarme a mi habitación.
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Mi cliché de verano.
Novela JuvenilY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...