Seguí lavando los platos observando cómo mis amigos se reunían en la sala intentando seleccionar una película de la cual estuvieran de acuerdo.
Mordí mi labio analizando detenidamente al rubio que pasaba las películas en la T.V sin detallarlas bien. Lucía concentrado escuchando con atención lo que los demás decían. Recordé lo ocurrido hace unas cuantas horas: me había sentido cómoda al regresar a casa con él después de lo que yo suponía que fue una confesión indirecta. Me gustó conocer sus gustos musicales, culinarios, e incluso, me confesó que deseaba estudiar arquitectura.
Ya decía yo que solo alguien con esa pasión podría describir una casa de tal manera.
Volteé el rostro al escuchar unos silbidos dirigidos hacia mi. Alaia me llamaba desde el jardín discretamente. Me lavé las manos y salí con ella. Nos sentamos en el sofá tras una pared y ella inició:
— Siento mucho haber hecho esto a escondidas. La verdad es que no sabía cómo decirles nada de lo que estaba pasando por mi cabeza. No tengo la menor de idea de cómo van a reaccionar ustedes y menos nuestros padres...
Apreté su mano tratando de mostrar confianza y comprensión. Ella continuó:
— No quiero ocultarles nada. Y sabes que te lo cuento a ti porque quizás seas la más sensata de la tres y la que mejor analiza las cosas. A veces, claro está.
Reí y lo soltó:
— Me gusta una chica.
Parpadeé. Creyendo haber escuchado mal.
— Disculpa, ¿puedes repetirlo?
— Me gusta una chica y creo que yo también le gusto a ella — soltó. Esta vez más segura.
Me eché a reír ante lo absurdo de la situación. No porque estaba burlándome de ella o minimizando sus sentimientos. Me reí porque había pensando lo peor: drogas, vandalismo o incluso extorsión.
— Perdona. ¿Este es tú secreto? — ella asintió —. Pensé que era algo peor. Pensé que estabas en vandalismo, en mafia o no sé qué más.
Fue su turno de reír.
— Sabes que a los demás no les va a importar. Queremos que seas feliz a tu manera y con quien quieras. Nuestros padres lo entenderán. Solo... encuéntrate a ti misma y dicta tus propios gustos. No me interesa tú sexualidad, Alaia. A fin de cuentas solo tú puedes decidir cómo quieres manejar tu vida.
Fui rodeada por un abrazo que me dejó casi sin aliento. Le correspondí en seguida susurrando que debía tomarse su tiempo antes de confesarle a los demás.
Entramos devuelta a la casa. Ella se unió a nuestros amigos y yo me dispuse a terminar el desastre llamado cocina.
— Hola — dijeron nada más entrar.
Observé cómo la cocina estaba totalmente limpia. Aaiden y Maia se habían encargado de terminar lo que yo empecé. Pasé de Maia y le agradecí a Aaiden. Noté como mi hermana apretó los puños y salió de la cocina cerrando la puerta tras de sí.
— Deberías hablar con ella. Sabes que si ella no lo hubiese hecho, otra persona le iba a ir con el chisme a tus padres. Ya han pasado días.
— Ya — solté dándome cuenta de dónde estábamos.
Aaiden se acercó a la puerta y echó el seguro. Se dirigió a paso divertido hacia mi hasta acorralarme en la encimera.
— No podemos... — empecé yo.
— ¿No podemos qué, guapa?
Mi respiración no tardó en tornarse irregular. Aaiden me subió a la encimera como la primera vez; tomándome de la cintura se posicionó en el medio de mis piernas subiendo sus manos lentamente. Su tacto me estaba haciendo perder la cordura.
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Mi cliché de verano.
Teen FictionY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...