— ¿Ya has comprado el regalo de Nashla?
Asentí.
— ¿Tú qué tal? — me dirigí a Aaiden.
— Espero que le guste, Alaia me ayudó a escogerlo.
— Claramente le encantará, lo escogí yo.
Ella sonrió orgullosa. Maia se encontraba hablando con nuestros padres acerca de la universidad, un tema que la tenía bastante inquieta.
Me ruboricé cuando Aaiden me pidió ayudarlo a envolver su regalo, en su habitación.
— ¿Dónde está el regalo? — quise saber entrando en su habitación. Él echó el seguro como de costumbre.
No dudé en acercarme a él rodeando mis brazos por su cuello y pegando su boca con la mía.
— Tú eres el regalo.
Nos dejó caer en la cama. Sus labios besaron mi cuello haciéndome sentir que flotaba. Sus besos eran tan dulce que fácilmente se volvían adictivos. Sus manos me tocaban de una forma que podía saltar en nubes de algodón de azúcar. Y su cuerpo, pegar nuestros cuerpos me hacía sentir que nos conectábamos de una manera tan cálida y sensual que me hacía permanecer feliz y despierta.
Separé nuestros labios antes de que el calentón subiera a mayores. Pregunté lo que hace tiempo tenía estancado en mi mente y en mi boca.
— ¿Puedes hablarme de tus hermanos?
Aaiden besó mi mano en un gesto tan dulce que me dejó media descolocada.
— Fue muy difícil para mí aceptar venir aquí, no quería separarme de mis hermanos después de lo que les había pasado. Mi hermana Kaelis es una niña dulce de 6 años de edad y tiene un gemelo, Kaiden, que es igual de adorable.
Aaiden hizo una pausa mostrándome una foto de ambos en su teléfono. Una pequeña de ojos celestes y cabello claro me devolvía la mirada al lado de su lindo hermano, tan parecido a Aaiden que no pude evitar sonreír.
— Son muy tiernos, se parecen bastante a ti. En especial Kaiden— contesté yo. Instándole a seguir hablando de ellos.
— Mis padres fueron la definición perfecta de padres ausentes. Recibí mi educación en un internado, al igual que ellos. No obstante, ellos debían tomar largos periodos fuera de la institución. Yo solo podía salir en fechas especiales y que requerían mi presencia obligatoria.
Acaricié su suave cabello a medida que su voz se fue quebrando.
— Eran sus vacaciones de Pascua. Pero mis padres estaban hasta el cuello de trabajo y no se les ocurrió una mejor idea que dejar a mis hermanos con la Nana. ¿El problema? La Nana murió de un paro cardíaco un día que se encontraba buscando unos papeles en su casa.
Él pausó, cerrando los ojos brevemente:
— Fue una irresponsabilidad de su parte dejar a mis hermanos solos. Ella era de edad un poco avanzada y no tenía familia que les informara a mis padres lo sucedido, por lo que tardaron en darse cuenta de lo ocurrido. Mis hermanos estaban solos. Intentaron llamar a mis padres en el número de emergencias grabado en el teléfono de casa. Pero al parecer ellos estaban demasiado ocupados para darse cuenta de la situación. Kaelis y Kaiden duraron 2 días encerrados en casa debido a las advertencias de mi madre y su nulo conocimiento del entorno.
Pestañeé procesando sus palabras de la manera más rápida que mi mente me lo permitió. Eso era atroz.
— ¿Y de qué se alimentaron?
— De lo primero que encontraron en el refrigerador. Nada lo suficientemente preparado para unos niños de su edad. ¿Sabes lo que me dolió aún más? Que ambos me hayan dicho que en ese tiempo sintieron algo parecido a la libertad, sin los gritos efusivos de nuestros padres, sin los castigos que mi madre les imponía y sin sus improperios. En ese momento me pregunté que crianza les estaban dando si ellos nunca estaban, y cuando estaban, solo compartían malas experiencias hacia sus hijos.
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Mi cliché de verano.
Teen FictionY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...