Cap. 19: el final de un inicio, parte I.

19 4 1
                                    

Días después.

La sensación era agridulce. La alegría era evidente: el padre de Aaiden había ganado la custodia de los niños. Entonces, ¿por qué sentía que estaban un poco tristes? Quizás fue por el llanto de los niños al despedirse en el tribunal de su madre, quien había quedado con una ligera mala reputación. Eso sí, que prometió ir a terapia junto a su ahora ex marido.

Ya sin nada que hacer en Inglaterra, regresamos a nuestro país. Aunque los últimos días en Inglaterra nunca se podrán borrar de mi memoria. Visitar ruinas y centros de arte junto a mi familia, amigos y pareja fue una experiencia inolvidable. Pasar tiempo con Kaelis y Kaiden me hizo unir a ellos en un vínculo agradable y no solo me uní más a ellos, sino también a Aaiden.

Lástima que ya me encontraba lejos de los gemelos en mi hogar. Estaba feliz en poder pasar unos cuentos días más junto a Aaiden. Porque aunque me doliese, el se iría a kilómetros lejos de mi. Lejos de mi pobre corazón enamorado, que ya empezaba a acostumbrarse a su presencia.

— ¡Cena en la mesa! — gritó mamá.

Todos salimos al exterior. Era una noche estrellada. Aunque el vuelo nos tenía a todos estropiados, decidimos sentarnos todos juntos a comenzar a planear como serían los 20 días que amenazaban con pasar sobre nuestras cabezas de una manera veloz.

Hicimos una lista de todos los lugares que debíamos recorrer junto a Aaiden y así aprovechar las pequeñas vacaciones de mis padres.

Cuando la cena terminó y todos dormían, me acerqué al cuarto del rubio, con las lágrimas amenazando con salir. Él ya me esperaba en la puerta con un libro en mano. Sin más, entré, subí a la cama y me acurruqué en su pecho. Allí tumbados, el me leyó hasta quedarme dormida.

‿︵‿︵ʚ˚̣̣̣͙ɞ・🚍Día uno🚍・ ʚ˚̣̣̣͙ɞ‿︵‿︵

Mis hermanas, Dalt y Charlie cantaban con furor en un mal intento de un artista de LATAM. Mi mamá solo reía pegada al asiento del copiloto, mientras mi papá conducía y yo besaba con ansias al rubio en la parte trasera del Mini-vans, donde por suerte nadie nos veía.

— ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando me viste? — quise saber frente a él en el cerrado espacio de la cajuela.

No pareció dudarlo, solo respondió:

— Que odiaba la gorra que cubría tu cabello.

Le proporcioné un ligero golpe en el hombro. Aún ofendida por el recorrido que me hizo correr hace dos meses y medio atrás.

— ¡Fuiste un imbécil! — chillé.

Por un momento me quise apartar de él, y así lo hice, pero su mano se enroscó en mi garganta y me acercó nuevamente a sus labios, que poseían una de esas sonrisas socarronas que solo él podía darme.

— Moría por observar tu cabello en persona. Además, necesitaba otra excusa para poder acercarme a ti.

— ¿Sabes cómo se sintió la arena en mi boca por culpa de ese balón? ¡Y para el colmo sonreíste de una manera tan, pero tan...!

Su boca en la mía calló mis palabras. No me negué cuando su lengua pidió permiso para tocar la mía. Me asusté a mi misma al encontrarme pensando que haría sin sus besos por tantos meses; sin importar el tiempo, me sentía igual que la primera vez que toqué sus labios: deseosa, hambrienta y feliz.

Mi mano subió por su cuello, la suya acarició la parte superior de mi bikini tras mi espalda y... la cajuela se abrió de golpe mostrándome a una muy, pero muy sorprendida Lidya; mi mamá:

Mi cliché de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora