No podía respirar.
No quería respirar.
¿Era egoísta? Sí.
¿Me importaba? No lo sabía.
— ¿Puedes abrir la maldita puerta ya? ¡Te estás comportando como una perra!
Me moví de un lado a otro en la cama y grité:
— ¡Vete a la mierda, Alaia!
Me dolía. Porque era cierto. Me había comportado como una perra en dejarles de hablar ayer en la tarde y encerrarme el día después. Horas, solo faltaban horas para que Aaiden regresara a Reino Unido. Por los cielos. Había una diferencia horaria de ocho horas entre California e Inglaterra. ¿Como lo haríamos? Aaiden había sido admitido en una de las mejores universidades, no tendría un respiro.
— ¡¿Puedes dejar de ser tan negativa y salir ya?! ¡Te juro que tumba...!
Abrí la puerta roja de la ira y le di un empujón tan fuerte a Alaia que término sobre el sillón color mierda, justo como me sentía yo.
La ignoré por completo y me adentré en la habitación de Aaiden. Él arreglaba lo poco que había traído en una maleta oscura.
Sollocé, llamando su atención.
— Sweetie.
Lo abracé con fuerzas y murmuré palabras que esperaba que entendiera.
— Soy una egoísta. Es tu futuro, ¿cómo podría oponerme a algo tan importante? Te extrañaré, pero saber que estás haciendo lo que te apasiona me hará sentir mejor.
Sus manos acariciaron mi cabello que sabía que estaba desordenado. Aún así me importó un comino. Solo seguí sollozando en sus brazos.
— Yo también te extrañaré.
¿Cómo habíamos pasado a eso?
Esos dos meses y medio fueron los mejores que pude haber tenido en mis vacaciones. Cada salida, cada recuerdo, cada beso y cada caricia siempre permanecerían en un lugar especial dentro de mi corazón. Desde el día en el que me pegó esa pelota, hasta el día de hoy.
— Te ayudaré a terminar tus maletas.
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Era la última tarde en el techo viendo el atardecer. No jugamos ni bromeamos sobre nada. Simplemente nos sentamos en el sofá viendo el sol ocultarse. Se sentía cálido. Yo me sentía cálida junto a él. Recordando cada uno de nuestros encuentros, me di cuenta que ningún chico me había dicho ni había hecho cosas tan bonitas como las que Aaiden hizo por mi. Me sentía agradecida con él.
Cada instante a su lado fue un estallido de emociones y sensaciones que dejaban mi cuerpo eufórico y mi alma renovada. Ya empezaba a creer que él era como un atardecer.
Cuando el sol se ocultó por completo, bajamos a la mesa de picnic, donde mi madre nos esperaba con un montón de comida en la mesa.
Era la última cena.
Mis ojos picaron cuando mi mamá abrió la boca.
— Leo... Sabes que fue un placer tenerte aquí con nosotros. Te mostraste tan caritativo y educado, que solo me recuerdas el porqué soy amiga de tus padres.
Él sonrió.
— Yo no diré mucho. Solo quiero que te alejes de mi niña — murmuró mi papá.
Cubrí mi cara avergonzada mientras mis hermanas reían.
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Mi cliché de verano.
Teen FictionY todo empezó como un santo cliché. La vida de Laia era sencillamente ordinaria. Nada fuera de la rutina que ella conocía solía suceder. Hasta que un día su madre les confesó una horrenda noticia: uno de los hijos de su mejor amiga se mudaría en su...