Capítulo 8: Instrucciones para armar un altar, for dummies

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— No te muevas — repitió Nanoha, por enésima vez en el día.

— No me estoy moviendo — refutó Fate, con la ceja alzada

— Si mueves otra vez la ceja te voy a dibujar bizca en venganza.

Antes de despedirse de Rein un par de días atrás, la mujer de cabellos plateados la había apartado del resto para explicarle detalladamente cómo podía armar un altar para Fate en casa, desde donde la rubia podía tomar energía de cosas sencillas que le dejara puestas en el altar para así estar en la mejor condición posible al momento del siguiente ritual. Desde sus comidas preferidas, flores e incienso, la verdad no tenía que desgastarse mucho pensando en cosas sofisticadas para dejarle a Fate en ese lugar.

Esa no era la limitante.

El verdadero problema del asunto era que, para poder armar un altar realmente efectivo, idealmente necesitaba una foto de la rubia.

Vaya usted a saber cómo demonios le iba a tomar una foto a un fantasma.

La otra opción, aunque no podían garantizar que funcionaría al cien por cien, era intentar hacer un retrato lo más realista posible de la chica. De las dos personas que podían ver a Fate, la única que realmente sabía dibujar era Nanoha

Cuando era más pequeña dibujaba a menudo. En la pequeña ciudad de la que venía, con pocos recursos a su disposición y dos hermanos bastante mayores que ella, había encontrado en el dibujo una manera de distraerse. Como toda jovencita, en su niñez lo hacía habitualmente por diversión, pero cuando entró en la tumultuosa etapa de la adolescencia empezó a dibujar también como una manera de manejar mejor sus emociones. Fue en ese momento cuando intentó dibujar cosas que veía a diario, o fotografías, intentando de esa manera apaciguar un poco los cambios bruscos de humor que enfrentaba a veces.

Tenía algo de tiempo sin hacerlo, pero la práctica de hace años le había permitido mantener el toque.

Era así cómo había terminado sentada en el suelo esa mañana, con Fate sentada en el sofá mirándola atentamente, e intentando mantenerse lo más quieta posible. La rubia sonreía levemente y mientras, ella intentaba plasmar con cuidado la mayor cantidad de detalles posibles del espectro.

Con cada línea, intentaba retratar mejor las relajadas facciones de la rubia, incluso con el ligero arco de una de sus cejas que, aún relajada, no terminaba de bajar del todo. El reflejo de su cálido mirar sería imposible de retratar para sus manos de dibujante amateur, pero sí se fijaba en su memoria con cada minuto que pasaba. La iluminación que lograba entrar desde la puerta corrediza del balcón solo hacía que la rubia se viera mucho más atractiva.

Fate era atractiva, de eso estaba clara, pero esa no era la palabra que quería usar en ese momento.

Fate, en esos momentos, se veía hermosa.

No creía que un simple dibujo le haría justicia, pero lo menos que podía hacer era intentarlo.

Mientras terminaba de darle los toques finales al retrato, no pudo evitar que una agradable sensación se extendiera por su pecho. Era una emoción que aún no podía explicar bien, pero realmente se sentía bastante cómoda ese día, con la rubia mirándola expectante y la tranquilidad de la mañana siendo interrumpida apenas por el trinar de algunos pajaritos que habían decidido hacer su nido en un árbol cercano.

Sonaba egoísta, pero de cierta manera Nanoha se alegraba de que el primer ritual no hubiese funcionado. Así, aún tenía oportunidad de disfrutar de la compañía de la rubia por un tiempo más.

— ¿Cómo vas? — curioseó Fate

— Mira, ya está listo.

Nanoha le extendió su libreta a Fate, quién la tomó sorprendida.

Espectral (¡Mi fantasmal historia de amor!) NanoFateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora